domingo, 25 de septiembre de 2011

Y algún día, tal vez.


Claro que tengo que ser delicado, quiero pintarte sonrisas en los labios con amaneceres; escribir el guión de un sueño en tus noches, y en cada página, sin que lo notes, esconder un beso, una caricia; o simplemente convertir palabras en ilusiones. Por eso entre párrafos voy armando el rompecabezas de tu mirada e intento darle respiro a mi agitación. Si tus ojos son la puerta del destino, quiero robarte besos y limpiar tus lágrimas, y algún día, tal vez, sentir tus latidos junto a los míos.

Tengo que ser fuerte, paciente. Porque conquistar tus pensamientos es el deseo de mi suerte, y lucho cada noche contra los miedos que silencian mis canciones, contra la bulla que no me deja entender de razones. Puede que no sepa adornar tu vida, que mis palabras se queden cortas. Puede que aún escondiendo que estas palabras van para ti, sepas que cada gota que sudo, cada pequeño detalle de mi vida, se llena con la ilusión que, tal vez sin sentido, me regalan tus palabras.

Te conviertes en el futuro, en la incógnita de mi vida. En la posibilidad, la simple posibilidad de convertir un sueño en mi realidad. Una oportunidad, un deseo. Y nada más que eso. Pero poco a poco dejo a mi imaginación correr, y definiéndote mi falta de cordura, trato de conquistarte a la distancia, trato de que pienses lo que pienso. Sí, como escribiendo el guión de un sueño en tus noches.

Duermo, deliro mientras camino. La vida ahora gira, cambia, se esconde. Y los restos del pasado van clavando espinas en los pies. Una simple aceptación, la realidad de que las cosas vuelven a cambiar. Pero con la luz de tus palabras, de tu voz, de tu mirada. Y con esa ilusión que enreda mis sentidos logro calmar las ansias de caer, de llorar. Una vez más, solo una más. Pero suenan los latidos del corazón, y con tus manos, la tranquilidad del cuidado, el silencio y tu mirada; toda mezcla perfecta de olvido y esperanza.

Enamorado de la oportunidad, la que tiene tu olor, la que dejas escapar mientras respiras. Por eso, cada pensamiento que te regalo se convierte en mi camisa de fuerza, en mi almohada; el descanso que necesito y la caricia que me preparas. Puede que se derrumbe el mundo entero, pero la intención de luchar por tus besos me motiva a construir todo de nuevo, a creer en el viento, el que respiras y te da vida; en imaginarte mía por un segundo, un momento de eternidad, el regalo del tiempo con la ironía de la realidad.

Pero en estás páginas puedo escribir lo que sea. Puedo escribir el guión de tus sueños. Puedo esconderte besos y caricias. Puedo pintarte amaneceres que se confundan en sonrisas, convertir estrofas en ilusiones. Incluso, puedo intentar robarte un beso o limpiarte una lágrima. Pero las palabras se llenan con el sentimiento, con las acciones. Por eso, permito que el tiempo juzgue lo que escribo, lo que te digo. Y algún día, tal vez, sentir tus latidos junto a los míos.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Y yo termino de contarte esta historia.


Yo cuidaba de tus sueños. Intentaba protegerte de tus miedos. Y en la calma que traía la luna, yo dibujaba corazones en tus manos. Calentaba tu frío con mis labios. El dolor de tus heridas lo abrazaba con el reflejo de las estrellas. Por eso mi inspiración siempre calza con tu sonrisa. Y cada palabra que escribo tiene el olor de tus besos, tu recuerdo.

Era mi manera de cobijarte por las noches, la caricia delicada que necesitabas para dormir. Un beso, la ilusión de un instante eterno, un segundo rescatado, el silencio que se ignora. Y en cada puesta de sol te contaba historias, las que están calcadas en mi mente, las que muchas veces pinté con tus ojos, con la intención de conquistarte con ternura, con paciencia; entonces amarrar un lazo en tu memoria, con mi nombre escrito, para desnudar en sonrisas tu alegría, y poco a poco convertirte en felicidad.

Sin despertar, solo soñar. Solo consentir tus oídos con mis palabras, y poder poco a poco ablandarte el corazón. No será el sonido, ni la bulla de mis intenciones, a veces la simpleza de cada detalle se convierte en perfección, y contra luz, la silueta de este amor tuvo forma de sonrisa, de carcajada. Ahora, me he dedicado a disfrutar de tu alegría, de tus labios. Acurrucarme en tus regazos, compartirte mi vida. Quiero que tus ojos se conviertan en mi ventana, para ver paisajes preciosos cada día por la mañana.

Como un colador de sueños. Cierro los ojos y me enamoro cuando te veo. Siempre en lucha, la mente, la bruta. Por eso tuve oídos sordos, por eso siempre escuché el corazón. Duele. Duele pero no hay mejor dolor que dejar morir un poco de mi corazón, por un beso, por sentir tus manos; y cada lágrima en tu recuerdo la guardo en una gaveta, para recordar tus errores, y aprender de los míos.

Y algún día llegarás. Y te contaré las historias que habían en mi mente. Cuando cerraba los ojos y me enamoraba al verte. Cuando lloré por creer que te había encontrado. Y tantas cartas que te escribí, que ahora el tiempo las guarda en reposo. Y dibujaré corazones en tus manos, mientras duermes, con la luz de la luna. Y con cada estrella que brille le daré calor al frío de tus heridas. Y tus ojos serán mi ventana y tu sonrisa mi inspiración. Y te amarraré un lazo, un lazo con mi nombre; para que nunca olvides, para que nunca dudes.

Ahora el sol termina de ponerse y yo termino de contarte esta historia calcada en mi mente. Con la misma intención de hace tantos años; de conquistarte, con ternura y paciencia. Y una vez más, mi inspiración calza con tu sonrisa.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Mi viejo.


Una idea que surge, resuena. Un momento casi perdido, pero ganado. Aprovechándome del calendario, el que marca tu fecha. Un despilfarro de frases, de oraciones entrecortadas. Buscando un significado. O mejor, un sentimiento. Entonces marco líneas, repinto el norte, los escondites. Y escarbo el rincón de mi memoria, buscando algo. Una forma de remendar, de aliviar. Mejor dicho, de expresar. Para robarte una pequeña sonrisa, una simple alegría. Un pequeño rayo de luz. Una pequeña manera de demostrarte cuánto te quiero.

Y tal vez me pueda perder en la musicalidad de lo que escribo. Como esa característica, como la huella que marca cada cosa que escribo. Como un pincel, que pinta la obra; como estas palabras que dedico, que se inspiran en recuerdos y toman aire de memorias. Cosas que quedan, cosas que se olvidan; silencios que enseñan, palabras que suenan en la mente.

Desde pequeño, el cariño ha sido la constante; esa humor que cobijas con sonrisas y enseñanzas. La forma más delicada de cosechar sabiduría, la que con el paso de los años he ido absorbiendo, como estudiante de la vida, tomando cada lección como una forma más de seguir adelante. Pues no existe mejor profesor de mi camino que el que me ha enseñado con el ejemplo.

Una forma exquisita de dar la clase, de guiar los pasos. Manteniendo la cordura, perdiendo los estribos; pero siempre, en algún momento, ese arrebato de paciencia, de tener todo controlado. El balance. Las emociones, solo las pertinentes; y la calma, esa característica casi esencial que te ha mantenido el corazón latiendo en medio de tantos problemas.

Muchas lágrimas compartidas. Cuando estuvimos cerca de perder a la persona que más queríamos. Conversaciones que no han necesitado horas para representar algo en mi vida. Errores, discusiones; simples tareas que sudan conocimiento. Y del humor, ese fino compañero. La manera elegante y precisa de arrebatar sonrisas. Como regalando pequeños adelantos de alegría.

Ante todo la perseverancia. Puedo decir que he aprendido a no quedarme en el suelo, a luchar, a ver cada día con positivismo a pesar de estar en el fondo. Luchar, por una familia, por vivir, por simplemente respirar. Porque morimos en el momento donde dejamos de soñar; morimos cuando la ilusión se esconde, cuando se borra.

Esa forma de recitar. De expresar en la voz sentimientos que dormían en palabras, en párrafos sin leer. Simplemente no quiero dejar que nada se quede atrás, y traer conmigo el recuerdo de la persona que ha dejado su vida por mí; la persona que me ha puesto primero, la que me permite crecer, aprender, vivir y soñar. Solo quiero, con estas palabras, dedicar lo mejor de mí, a la persona que me ama sin presiones, sin exigencias; a quien le ha tocado sufrirme y disfrutarme desde que nací.

Y si tan solo pudiera dejar anclado este recuerdo tan perfecto, y tatuarlo con palabras en el tiempo; desearía poder alcanzar una sonrisa que te haga sentir bien. Pues a pesar de todo, de los problemas y los errores, la vida no pudo haberme regalado un papá mejor; y un día como hoy le doy gracias infinitas al destino por permitirme vivir cerca de una persona con el corazón tan grande, y compartir mi sangre y principios con él.

Por eso, estas palabras tienen un destino bien claro: tu corazón. Y quizás, sirva como un alivio en el dolor, el cansancio. Ese que te ha hecho tambalear. Pero te has mantenido fuerte, luchador. Como siempre te he visto. Y ahora, sencillamente te dedico lo que mejor puedo hacer, y lo envuelvo con la fachada de un regalo en este día tan importante. Simplemente, gracias por existir.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Ahora te dejo.

Ahora adorno mi presente con el recuerdo de tu mirada, pues es lo único que queda de ti. Aquella sonrisa inocente que me hacía soñar; tus manos unidas a las mías. Por eso decidí alejarme. Dejarte crecer. Luchando contra el dolor de dejarte ir, de olvidarme de tus besos. Por eso vendo recuerdos a quién quiera reír, porque la memoria es ahora la ironía de mi presente. Pero entiendo, y con el corazón en la mano, corto el pedazo que te pertenece a ti, para sanar la tristeza y curar las lágrimas que arden en mis ojos; y de una u otra forma perderte entre párrafos, olvidarte en palabras.

Siempre, detrás de tu sonrisa inocente, guardabas un secreto que mataba, una mentira evidente. Por eso, la dulzura de tus labios se convertía en el veneno de este amor de locos, un amor vencido desde el momento que, con los hechos, mataste la confianza. Un amor sin piernas que caminó por la insistencia, la necedad de un corazón distraído, un sentimiento golpeado; la absurda ilusión de creer que detrás de tus palabras guardabas una emoción, sin llegar nunca a entender que la fachada es muy distinta a lo que hay por dentro.

Y compré mentiras en rebajas, sin sospechar que el dolor se escondía en tu mirada. Pero es que era imposible imaginarte fría, calculadora. Era imposible creer que podías golpearme con ternura, con delicadeza. Porque en esta vida las heridas que más duelen son las hechas con amor. Un amor falso, que pretende pero nunca alcanza; un amor que se aprovecha de un sentimiento que empaña los ojos de la mente; como la locura que sentía cuando decías que me amabas; cuando sentías que te enamorabas.

Ahora te dejo, y lo hago para siempre. Para verte crecer, para que aprendas a vivir; a sufrir. Porque de eso se trata, de escribir memorias, coser recuerdos; aprender que los errores son tan necesarios como las sonrisas. Te dejo, y te veo crecer. Aprender. Y en poco tiempo serás una gran mujer, con la capacidad humana de querer, de amar. De serle fiel a los principios mas no a una persona; pues las personas fallan, los principios no.

Te veo crecer. Te veo aprender. Y hasta cierto punto fui tu cuaderno para escribir, tu prueba y error. Ese saco que se golpea, que se lastima; la lágrima que se desperdicia. La intensidad de lo insensato, una forma de interiorizar tu llanto; una puerta para tus mentiras, el objetivo de tu maldad. Pero todo vale la pena, pues ahora creces, ahora aprendes.

Ahora me toca a mi. Me toca crecer, me toca aprender. Fuiste mi cuaderno donde escribir, fuiste las palabras que dediqué. Esa inspiración que desaparece por momentos, esa luz que parpadea en mis recuerdos. Sobre todo fuiste la persona a la que amé, a la que cuidé. Con la que me equivoqué y aprendí. Fuiste, y exactamente eso es lo importante ahora; pues pretendo encarcelarte en el pasado y asfixiar tus mentiras con la esperanza de encontrarte con otro rostro, otra sonrisa y otros ojos que me ilusionen, que me motiven, pero ante todo que no lastimen.

Quiero un descanso. Quiero compartir con el sonido el silencio de mi circunstancia. Yo soy mi locura y mis ideas. Pero libre de sentir, de sufrir. Como un pintor de palabras en medio de un mar de desconsuelo. Pretendo dejar a un lado lo que pasa, y dedicarme a buscarte por el mundo, imaginar que existes.

Una vez más, en medio de tanta irracionalidad, entiendo que lo que acabó, no volverá. Es tan difícil disfrutar el presente con los recuerdos del pasado. Es tan difícil dejar el presente, con las esperanzas del futuro. Porque no crece el que no lucha, no aprende el que no se escucha.

Una manera poco real de decirle a la vida que estoy cansado de andar. Pero antes de dejar a un lado mis motivos, antes de cerrar la puerta a mis ideas. Antes de abandonar por siempre mi camino, antes de hacer silencio en tus oídos. Incluso antes de escribir estas palabras, prefiero buscarle un sentido a la ignorancia.

Cosechar las palabras viejas, y convertir rimas en realidades. Sentir que cada párrafo es un poco de mí, entregado para que el tiempo no me permita partir. De esa forma puedo pretender que la distancia será el recorrido que tengo que dar para encontrarme a mí. Y que, a pesar de todo, en cada rincón de mi cuerpo hay un poco de ti.