domingo, 27 de mayo de 2012

Pasa el tiempo.


Pasaron los días y los kilómetros se hacían inmensos. Yo intentaba esconder el miedo, sorprender con secretos; este tormento vacío de perder sin ni siquiera tener, este deseo ahogado de luchar. Y por las noches esperaba, terco; con la idea majadera, una ilusión intacta. Soñaba con oler en la memoria, escuchar en el descanso; el vacío eterno que se llena con ternura; pero no, la distancia era mucha, era necia.

Tantas horas, la misma luna. Yo, buscaba estrellas, olvidaba lo aprendido. Quise por un instante regalarle un secreto a la noche, pero el frío, como siempre, no me dejaba pensar. Entonces escribí tu nombre en la arena, para nunca olvidarte; y cada noche, el reflejo en la luna; tu recuerdo y mi sonrisa serán eternas en el paisaje. Sí, duermo con tu olor grabado en mi piel; como estos párrafos y este papel.

Voy contando los pasos, repasando las heridas; el resultado, con dolor, sigue indistinto; decir adiós es diferente a sentirlo. Puede que siga estancado en la terquedad, la más ingrata de las realidades, un desfase de tiempos que asesina, que no encuentra respiro. Podría, lo sé; pero esto no se resume en uno, sino en dos. Podría, tal vez.

Con la fuerza desgastada me dispongo a intentar en el intento. Si pudiera, haría un bosquejo; solo grises del momento, solo historia sin detalles; y me sentaría cada tarde a inventar colores, a esconder sorpresas. Como tantos párrafos que ahora tienen un mismo nombre; como este sueño camuflado en sonrisa y que empaña mis ojos. Ahí, el tiempo, con mismo ritmo pero distinta apariencia, juega a olvidar y recordar, a ser irónico sin vacilar.

El sueño sigue intacto, fuerte; respirando besos, caricias. La ilusión no se apaga, toma fuerza. No hay que perder de perspectiva el objetivo, la razón de levantarnos por la mañana. Ese impulso que, sin entender realmente, nos roba una sonrisa natural, un suspiro que refresca. Y se convierte en una forma simple de atrapar puñados de felicidad, para sonreír en la tristeza y luchar hasta el final. 

domingo, 20 de mayo de 2012

Esperar.


Tarde y en silencio; un cuento incompleto, respuestas que desgastan. Aquí, sentado, esperando mientas pienso. Voy robando fuerza, escondiendo lágrimas; por eso la sonrisa se muestra con simpleza, con naturalidad. Cuando esto pase, una tarde y un café, voy a escribir sobre el recuerdo, sobre la sonrisa o el intento. Solo espero que el aire alcance, que el día no acabe.

Espero. Y sin darme cuenta le voy quitando peros a la historia. Voy justificando heridas que no entiendo. En esta falta de paciencia reconozco detalles, texturas que se olvidan, que se obvian. La torpeza de la costumbre se hace fuerte con la comodidad del que la vive; por eso, cuando todo termina, se pierde la objetividad en el ayer.

Amanece, con cautela; y es dulce el deseo de aprender, de crecer. Aquí, sentado, repaso momentos mientras espero, mientras respiro. Esta costumbre de olvidar en el recuerdo; esta maña de aceptar sin entender. Entonces me siento, aquí, donde me senté hace un tiempo, con el motivo de ser fuerte en el cansancio, de esperar mientras espero. 

Sentado. Voy entendiendo lo que no se dice cuando se habla. Se cree más elocuencia en el silencio que en la ajena idea de comunicar, por eso se pierde la coherencia en la amarga subjetividad. Así, mientras pienso, mientras espero, sentado en esta silla, sonriendo con el recuerdo, voy tomando decisiones que faltaban; voy sintiendo mientras escribo. 

Pierdo ideas, encuentro secretos. Cierro los ojos para calcular los sentidos, para ponerle nombre a lo que siento. Traduzco con ternura la insensatez de los pensamientos, esa inseguridad. Y, en un intento de hacer trampa, escondo la duda que lastima en el presente, que amenaza el futuro. Doloroso, como esa magia que se entiende cuando se acaba.

Pienso. Inventando excusas para creer, para ser fuerte. Dos. Una historia. Y solo encuentro páginas en blanco, renglones intactos. Pero espero, con lápiz en mano, sentado en esta silla; con los ojos cerrados repaso los días, sonriendo, con alegría y confianza; con esperanza. Creciendo, esperando mientras espero. Aprendiendo del dulce sabor de luchar, de ser fuerte en el intento. Y, perdido en esta circunstancia, escondo lágrimas detrás de tus sonrisas; entonces cuando ríes arrebatas mi tristeza; y esperar, para mi, se convierte en esperanza, en fuerza.

domingo, 13 de mayo de 2012

Nuestro sueño.


Ahora, mientras duermes, me siento una vez más a escribirle un cuento a tus ojos; quiero hacer de tu ilusión la verdad de tu circunstancia. Con los años y el tiempo, los sueños van creciendo, cambiando. Con mis promesas voy escondiendo descansos de dolor en forma de migajas, las mismas que sirven como puntos de referencia; y esta idea cada noche tiene un sonido distinto, una palabra de más. Y yo, sentado en esta silla, simplemente me contengo de escribir, me dedico a sentir, a escuchar.  

Entonces las tardes se vuelven noche, y con las luciérnagas voy encontrando tu camino. El dolor de tomar decisiones se alivia con la satisfacción de hacer lo correcto; y ahí, en la noche, justo antes de dormir, puedes cerrar los ojos y soñar, con la tranquilidad que da la luna reflejada en el mar. Esa brisa cálida que cobija tu sonrisa y esa bocanada de aire que alimenta tu suspiro.

Que nunca se te olvide soñar ni te canses de luchar. Las heridas se convierten en un recuerdo de tu esfuerzo, y entonces, cuando te sientas más solo, tu memoria le hará cosquillas a la tristeza; te robará una sonrisa en el silencio. Por mi parte, le voy a poner letras a tus palabras para que calcen las intensiones con tus sueños. Voy a ser el que te hable al oído y cada noche te recuerde la belleza de tus ojos. Voy a ser el que te recite por las noches un discurso de amor, el que te haga olvidar la injusticia y el dolor.

Como esta tarde y aquella noche, hoy me dedico a esconderte un beso detrás de las estrellas; jugando con el cielo a cobijarte por las noches. Despertar, y justo antes del amanecer darle un beso a tu sonrisa. A partir de hoy me dedico a hacerte feliz, y, tomados de la mano, ver la vida pasar, aprender a vivir, crecer y amarnos sin pensar, solo sentir; reír y recordar, disfrutar, sobre todo amar, cuidarnos y luchar.

Mientras tanto, guardo un secreto en esta locura; esta idea infundada que le da fuerza a mis latidos. Cada noche, y al despertar por las mañanas, no pienso en otra cosa que no sea en el futuro, en el nuestro. Y sin miedo a equivocarme, te imagino conmigo mientras los años pasan, envejeciendo a mi lado. Con sonrisas, con lágrimas; el corazón partido y el orgullo más intenso; pero siempre una constante que hace valer todo: nosotros, de la mano; escribiendo este cuento con forma de sueño; nuestro sueño. 

domingo, 6 de mayo de 2012

De horas eternas.


Silencio, tensión;  respiraba lento, manos frías y una sola idea que desgarraba cualquier intento de calma. Las horas eternas; la tarde melancólica se convertía en un mar de tristeza. Quizás el dolor más fuerte era la impotencia de un "adiós" inexistente, un final inconcluso. Costaba, y se desgarraba el alma en pedazos, como intentando con las lágrimas hacerle caricias a una herida.

Adentro todo parecía peor. Se podía descifrar intranquilidad en el ambiente, esa sensación de que algo no está bien. Y sin saber absolutamente nada, el tiempo parecía detenerse; a cada momento un pensamiento distinto terminaba por esconderse en una lágrima que empañaba su mirada. Ninguna noche, como esta, le parecía tan angustiante, tan amarga. 

Saber que puede pasar no significa saberse preparar. Por ratos explotaba en llantos, y al instante respiraba con calmaba. Con tantas emociones pensar claramente no era una opción. Entonces el dolor se convertía en debilidad, en el miedo de no saber qué esperar. No se permitía imaginar, no se dejaba golpear por la idea de aceptar la realidad.

Son esos momentos donde un sentimiento se vuelve más grande que nosotros. Donde la tristeza se convierte en la neblina del corazón. Sin querer volver la vista atrás, las lágrimas van poniendo trampas en forma de recuerdo; los suspiros, el respiro del dolor, juegan a ser un nudo en la garganta. Y piensa si al menos pudiera decir "adiós" una última vez, despedir la vida, guardar un recuerdo, uno último en forma de sonrisa, de resignación.

Y es como es. Sin pensarlo, la vida arrebata sueños, expone los miedos. Entenderla se convierte en frustración, un camino a parte al lado de la aceptación; si existiera una manera de explicar, de sentarse a conversar, quizás vivir perdería el motivo de luchar. Pues al final, cuando el tiempo se acaba, todo se va a resumir en eso: luchar. La manera más humana de expresar amor, de vivir con felicidad. Luchar por lo que creemos, por lo que queremos; luchar sin dejarnos caer, o caer y levantarnos al aprender. 

Que la vida no te encuentre mientras lloras, y que la nostalgia no te acompañe mientras buscas ser feliz. Cada herida es un cuento con moraleja, cada lágrima es un respiro de lo que aprendes. Cada persona que se va es un recuerdo en la memoria, cada persona que llega es una oportunidad en lo perdido. Siente y vive, aprende a ser feliz; pero antes que aprender, decide; lucha. No hace falta entender, un día todos nos vamos, solo queda el recuerdo, como contando un libro por encima, como rescatando sonrisas del recuerdo.