sábado, 4 de agosto de 2012

Una promesa por cumplir.


Descalzo voy desvelando con dureza este pincel que, con disculpa sarcástica, va topando lágrimas incompletas; ahí, en el vacío más inconcluso de la circunstancia, me senté a descoser un sueño pintado entre rimas; escurrir recuerdos y reciclar heridas. Trampa, y con el sol por la mañana me inspiro a secar estas palabras que, con el tiempo, irán escondiéndose detrás del recuerdo.

Los días pasan lentos, con el descaro de la paciencia haciendo bulla a la distancia. Entonces escribo, para sudar en estrofas lo que siento. Una vez, y otra más; contando números en la cabeza para no perder la perspectiva. No lo logro. Y sigo, pero tropiezo. Calma. Entonces duermo, y cierro los ojos para verme sonriendo; silencio. Ahí, en el descanso que me regala la brisa, un suspiro se convierte en fuerza, y sonrío, con los ojos abiertos, una vez más.

Un poco ausente, el presente se convierte en cuchillada a la espalda. Duele. Pero escribo, y entonces le dedico las palabras al tiempo. Mañana, tal vez, con un poco de enojo y orgullo, pueda sentir el deseo más fuerte de luchar como nunca por mi sueño y dedicarte entre párrafos lo que pienso. Pero la luna ya tiene dueño, y solo busco regalarte estas líneas que, a veces sin sentido, te buscan en cada rincón de mi vida.

Tarde. Duele, con la nostalgia y el paisaje. Y el sol juega a ser un arma en el instante. A veces te soñé, una vez te tuve; ahora despierto, cierro los ojos una vez más. Descanso. Pasan los minutos como horas enteras, y trato de descifrar el secreto de lo que escribo. Te pierdo. Y al encontrarte me pierdo. Esa sutileza del tiempo para desgarrar con lo incierto.

Una promesa por cumplir. Entonces jamás, aunque la vida me distraiga, pienso sacarte de mi mente. Con calma, toca madurar pensamientos y no perder la ternura. Ser fuerte por tu sonrisa y tus lágrimas; dedicarte mis noches y mis días; luchar por el sueño, por la idea, por la razón más fuerte de vivir, por tus éxitos y fracasos. Entonces, cuando des tus primeros pasos y digas tus primeras palabras, ser el que llore mientras ríe; el que te guíe en la vida.

No estás en esta vida, pero me das fuerza para seguir. Algún día, con el tiempo, vas a leer lo que escribo. Por eso no me permito dejar de buscar, porque mi sueño es llegarte a encontrar. Dedicar lo mejor de mi vida a hacerte sonreír y hacer de cada experiencia un cuento para ti. Lucho, para tenerte entre mis brazos mientras duermes, y dedico cada lágrima al deseo increíble de verte crecer. Y, cuando leas estas cartas, tal vez una sonrisa se te escape, o una lágrima se te esconda. Desde ya, y con ilusión grabada en el instante, gracias por ayudarme a seguir.