domingo, 31 de julio de 2011

Nunca pretendí dejarte olvidada.


Nunca, sobre estas mismas líneas por las que caminé tanto tiempo, pretendí dejarte olvidada como un recuerdo. Como la sensación que se tiene al despertar de un sueño. Supe desde el principio que tu mirada sería eterna para mis ojos y con el color de tus pupilas le diste luz a mis sonrisas. Luego de tantas desviaciones he llegado a pensar que tal vez es hora de marchar.

Pero la nostalgia me acompaña cada noche en la cama. Duermo pensando en la posibilidad, de ver para atrás y hacerte realidad. Porque en la vida, la constancia de querer seguir es una herramienta para alimentar mis dolores, una forma de creerte las mentiras, de creerte cuando me miras.

Pero pienso, intentando recapacitar inmerso en lo incierto, que las mañanas tienen color cuando escucho la delicadeza de tu voz. No entiendo, presiento que será un problema, no poderme alejar de tu olor que me envenena. Soy quien pretende resucitar lo que un día tuvimos; soy quien cada noche te regala un suspiro.

Y ando por esta vida con la felicidad de un niño al jugar, ando pero no logro caminar, ando pero no te logro encontrar. Sé que te fuiste. Sé que no te perdí. Sé que escondida en mis latidos por siempre estarás. Pero hoy, justo cuando las sirenas interrumpen el silencio, recuerdo fríamente el proceso de los hechos, la locura de sentir tus besos peleando en contra de borrar mis miedos.

Es un consuelo para la mente. Es la mentira que me mantiene pendiente. Es lo irreal creído verdad. Eres tú, con un poco de maldad.

La característica esencial para mantenerme a tu lado es obviar que me quieres y dejarme abandonado. Irracional, la forma de reaccionar. Pero es que no logro controlar lo que siente el corazón. Como golpes de torpeza. Como la misma piedra una vez más. Dispuesto a dejar mi cordura en tus labios. Dispuesto a sufrir, dispuesto a tu lado morir.

Y qué más da descobijar un par de sueños, si al final de cuentas eres la dueña de todos mis miedos. Qué más da, aconsejar al viento dejar de soplar, y de una u otra forma aprender a escuchar en suspiros las recetas que me permiten vivir. Con palabras he convertido una frase en una caricia a tus mejillas, con mis pensamientos te he motivado a creer en lo que ya no existe. Con cada una de las cosas que escribo, has ido cosechando la idea, la bizarra idea, de que se puede leer el corazón por medio de rimas.

Recuerdo que te tuve, y que fuiste mía. Tal como recuerdo que me heriste y que maltrataste la herida. Por eso ya no suenas en la bulla de mis ideas, ya las rimas no buscan tus sonrisas. Ahora escribo para coser memorias, para sanar heridas. Escribo porque en estos párrafos desdibujo tu mirada. Y mi inspiración, la que mucho tiempo fue solo tuya, se convierte en mi pañuelo de lágrimas, en mi propia caricia; quiero olvidar que algún día golpeaste con tus mentiras el deseo de mi vida. Quiero borrar el sueño que ensuciaste.

Por primer vez en mucho tiempo me escucho entre palabras. Puedo poner a trabajar a mis recuerdos, y borrar con tranquilidad cada uno de mis miedos. Hoy, diferente de ayer, no estás más aquí. Hoy, estas palabras no tatúan tu mirada en el viento. Creo que hoy me despido de este amor perverso, el que convertiste en pesadilla un tiempo atrás, el que nunca luchaste por recuperar.

Nunca, sobre estas mismas líneas por las que caminé tanto tiempo, pretendí dejarte olvidada como un recuerdo. Pero aquí estoy, bajo la misma luna, pintando estrellas en el cielo. Y con el dolor de cada letra decirte adiós una última vez. De verdad, nunca pretendí dejarte olvidada como un recuerdo. Nunca. Pero aquí estoy.

domingo, 24 de julio de 2011

Volver.




Puede que con el tiempo, la distancia, todo lo que vamos percibiendo vaya cambiando. Hoy, me siento una vez más en frente de mis palabras, y las acomodo para que rimen con mis sentimientos. Luego de que pasa el silencio, el final de muchas etapas, encuentro el sentido de todo lo que llevo haciendo, y lo que he dejado de hacer. Es hora de recordarle a mis emociones que tienen una puerta de salida, un desahogo en medio de tanto alboroto.

Las reglas cambian. Es hora de dibujar un nuevo campo en donde las ideas se presten para ser usadas. Es momento de darle musicalidad a los sentimientos. Es momento de dejar plasmado en el viento lo que llevo aquí adentro. Un recuerdo, una nostalgia. El cosquilleo simpático del viento por la mañana. Y de una u otra forma refresco en este instante la frustración de pretender obviar lo que no se debe, de engañar y confundir lo que nunca debió dejar de ser.

Por momentos traté de dejar a un lado lo que escuchaba entre silencios. Puede ser momento de admitir que la neblina de todo este tiempo y la dureza de las circunstancias han ido haciendo del presente un momento inoportuno para plasmar. Sería como intentar mentirle al futuro. Sería como pretender borrar lo que ha sido tan duro. Puede que sea momento de acompañar con una sabana el frió de la noche, y qué mejor compañía que estas palabras en molote.

Ya dediqué sonidos y colores en versos y canciones. Ya le escribí al amor que perdí, al que no encuentro; al que lucho por descubrir. Ya le regalé segundos a tu mirada, la misma que cada noche recuerdo antes de dormir. La misma que me permite seguir. Pero el tiempo pasa, y no se devuelven las sonrisas. Solo la esperanza de reír a carcajadas. Los dos juntos. En la cama. Riendo. Como siempre debió ser.

Por todo eso tomé la decisión de volver. De escribir. De tener un medio que se convierta en mi fin. El arte de mis sentimientos, el secreto que cuento en cada sílaba. No se supone que sea tan coherente; a veces las cosas más claras son las que se enredan en tu mente. Puede que llegue un día donde todo vuelva a acabar. Puede que llegue el día definitivo para comenzarte a olvidar. Puede que ese día haya quedado atrás.

Quiero descubrirme una vez más entre escritos. Quiero volver a interiorizar las cosas que me faltan por aprender. Quiero. Puedo. Porque deseo que estas líneas lleguen a tus ojos. Y tal vez, solo tal vez, te acaricien el corazón. Como gotas delicadas, sensaciones bien plasmadas. Como recuerdos, como encrucijadas. Como la más linda forma de dedicarte mi inspiración.

Así, de esta forma inquietante, como secretos evidentes, como mentiras incómodas, puede que me tope una vez más con tu mirada. Puede que te sienta feliz, emocionada. Y entre el brillo de esa canción tan pura que escucho en tus latidos, oírte pronunciar una vez más mi nombre entre carcajadas.

Porque hacer lo que uno quiere es parte de vivir. Es encontrar el significado de esta vida entre cada dificultad. Entender que muchas veces una lágrima es la caricia de tu mirada; que tu sonrisa hace rima con mi esperanza.

Puede que con el tiempo, la distancia, se haya vencido la calma, pero no la confianza. Hoy, me siento una vez más en frente de mis palabras, y las leo para aprender a escucharme. Es hora de recordarle a mis emociones que escribir es el arte de imaginar, de soñar, y que con el paso de los años, las tristezas y alegrías, dedicarle palabras a la vida es mi forma de ser feliz.