lunes, 18 de junio de 2012

Pasan los años.


Pasan los años, y justo en el descanso de una rima te conviertes en la sonrisa del recuerdo; ahí, en el eterno paisaje de margaritas tu camino se convierte en sueños, todos encarcelados en el brillo de tus ojos, la quietud de tu mirada. En ese gigante sendero de confusiones, vas a curar heridas, a crear emociones; vas a conocer secretos que te arrebaten carcajadas; para que olvides, para que sanes.

Un camino, tus pasos de testigos, y en el cielo una promesa que te cuida. Como los cuentos, como tu historia pintada entre las nubes; como el sol que calienta por las mañanas y estas palabras que moldean un sentimiento; hoy, como excusa para escribirte, vengo a recordarte al oído lo que vales y encerrar en estos párrafos un regalo que, en forma de carta, se convierta en fuerza, en alegría.

A veces se te duerma la esperanza y vas dejando boronas de intención, vas apagando sonrisas y olvidando motivos. Y duele, te lastima la vida, te despedaza el corazón; sientes que se te escurre la esperanza entre las manos. Pero vas aprendiendo que no es así y cuando menos lo esperas te despiertas con una sonrisa cargada de ilusión; entonces con la fuerza de tu corazón haces latir la vida que llevas dentro; coloreando con pinceles de grandeza las páginas de esta historia, de este cuento que por las noches te escribe desde el cielo una estrella.

Sobran atardeceres que valen la vida; cometas, suspiros; cartas para escribirte y poemas que dedicarte. Estas ganas infinitas de acompañarte entre blancos y amarillos; esa brisa fresca de la mañana que se disfruta mucho más contigo, con la arena y tus ojos; con las olas y tus sueños. Hoy quiero cambiar tus lágrimas por un beso, tu tristeza por un abrazo; y tal vez, con suerte, convencerte de ser feliz.

Pasan los años, y aquí, un día como hoy, las margaritas siguen guiando tu camino, como escondite de tu esperanza, como secreto de tus sueños. El eterno paisaje donde inventas razones para vivir; ese lugar que muchas veces parece confundir. Aún con tu mirada un poco esquiva, vas luchando sin descansar, en silencio, con naturalidad; esa bendita maña que alimenta la vida y no entiende de tristezas. Mientras tanto una estrella fugaz te regala su promesa y estas palabras van quedando en tu vida como una forma de recordarte lo que inspiras. No me canso de escribir para tus ojos, ni de sonreír para que rías. 

Pasan los años, veintiuno, y ahora descansa aquella rima, pues ya eres sonrisa del recuerdo. Mientras pueda, voy a ser compañía; despertando tu esperanza y cargando tu ilusión con alegría. Entonces tus pasos, los testigos de esta historia, van a ser la coartada perfecta para llegar a tus sueños, a tus sonrisas. Camina, entre blancos y amarillos, segura, con esperanza; y, cuando menos te des cuenta, vas a despertarte con una sonrisa inmensa, suspiro en el paisaje, en la calma y el silencio, en la brisa por la mañana. Pasan los años, sí, mientras tanto, camina. 

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