domingo, 6 de mayo de 2012

De horas eternas.


Silencio, tensión;  respiraba lento, manos frías y una sola idea que desgarraba cualquier intento de calma. Las horas eternas; la tarde melancólica se convertía en un mar de tristeza. Quizás el dolor más fuerte era la impotencia de un "adiós" inexistente, un final inconcluso. Costaba, y se desgarraba el alma en pedazos, como intentando con las lágrimas hacerle caricias a una herida.

Adentro todo parecía peor. Se podía descifrar intranquilidad en el ambiente, esa sensación de que algo no está bien. Y sin saber absolutamente nada, el tiempo parecía detenerse; a cada momento un pensamiento distinto terminaba por esconderse en una lágrima que empañaba su mirada. Ninguna noche, como esta, le parecía tan angustiante, tan amarga. 

Saber que puede pasar no significa saberse preparar. Por ratos explotaba en llantos, y al instante respiraba con calmaba. Con tantas emociones pensar claramente no era una opción. Entonces el dolor se convertía en debilidad, en el miedo de no saber qué esperar. No se permitía imaginar, no se dejaba golpear por la idea de aceptar la realidad.

Son esos momentos donde un sentimiento se vuelve más grande que nosotros. Donde la tristeza se convierte en la neblina del corazón. Sin querer volver la vista atrás, las lágrimas van poniendo trampas en forma de recuerdo; los suspiros, el respiro del dolor, juegan a ser un nudo en la garganta. Y piensa si al menos pudiera decir "adiós" una última vez, despedir la vida, guardar un recuerdo, uno último en forma de sonrisa, de resignación.

Y es como es. Sin pensarlo, la vida arrebata sueños, expone los miedos. Entenderla se convierte en frustración, un camino a parte al lado de la aceptación; si existiera una manera de explicar, de sentarse a conversar, quizás vivir perdería el motivo de luchar. Pues al final, cuando el tiempo se acaba, todo se va a resumir en eso: luchar. La manera más humana de expresar amor, de vivir con felicidad. Luchar por lo que creemos, por lo que queremos; luchar sin dejarnos caer, o caer y levantarnos al aprender. 

Que la vida no te encuentre mientras lloras, y que la nostalgia no te acompañe mientras buscas ser feliz. Cada herida es un cuento con moraleja, cada lágrima es un respiro de lo que aprendes. Cada persona que se va es un recuerdo en la memoria, cada persona que llega es una oportunidad en lo perdido. Siente y vive, aprende a ser feliz; pero antes que aprender, decide; lucha. No hace falta entender, un día todos nos vamos, solo queda el recuerdo, como contando un libro por encima, como rescatando sonrisas del recuerdo.

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