domingo, 13 de mayo de 2012

Nuestro sueño.


Ahora, mientras duermes, me siento una vez más a escribirle un cuento a tus ojos; quiero hacer de tu ilusión la verdad de tu circunstancia. Con los años y el tiempo, los sueños van creciendo, cambiando. Con mis promesas voy escondiendo descansos de dolor en forma de migajas, las mismas que sirven como puntos de referencia; y esta idea cada noche tiene un sonido distinto, una palabra de más. Y yo, sentado en esta silla, simplemente me contengo de escribir, me dedico a sentir, a escuchar.  

Entonces las tardes se vuelven noche, y con las luciérnagas voy encontrando tu camino. El dolor de tomar decisiones se alivia con la satisfacción de hacer lo correcto; y ahí, en la noche, justo antes de dormir, puedes cerrar los ojos y soñar, con la tranquilidad que da la luna reflejada en el mar. Esa brisa cálida que cobija tu sonrisa y esa bocanada de aire que alimenta tu suspiro.

Que nunca se te olvide soñar ni te canses de luchar. Las heridas se convierten en un recuerdo de tu esfuerzo, y entonces, cuando te sientas más solo, tu memoria le hará cosquillas a la tristeza; te robará una sonrisa en el silencio. Por mi parte, le voy a poner letras a tus palabras para que calcen las intensiones con tus sueños. Voy a ser el que te hable al oído y cada noche te recuerde la belleza de tus ojos. Voy a ser el que te recite por las noches un discurso de amor, el que te haga olvidar la injusticia y el dolor.

Como esta tarde y aquella noche, hoy me dedico a esconderte un beso detrás de las estrellas; jugando con el cielo a cobijarte por las noches. Despertar, y justo antes del amanecer darle un beso a tu sonrisa. A partir de hoy me dedico a hacerte feliz, y, tomados de la mano, ver la vida pasar, aprender a vivir, crecer y amarnos sin pensar, solo sentir; reír y recordar, disfrutar, sobre todo amar, cuidarnos y luchar.

Mientras tanto, guardo un secreto en esta locura; esta idea infundada que le da fuerza a mis latidos. Cada noche, y al despertar por las mañanas, no pienso en otra cosa que no sea en el futuro, en el nuestro. Y sin miedo a equivocarme, te imagino conmigo mientras los años pasan, envejeciendo a mi lado. Con sonrisas, con lágrimas; el corazón partido y el orgullo más intenso; pero siempre una constante que hace valer todo: nosotros, de la mano; escribiendo este cuento con forma de sueño; nuestro sueño. 

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