domingo, 18 de septiembre de 2011

Y yo termino de contarte esta historia.


Yo cuidaba de tus sueños. Intentaba protegerte de tus miedos. Y en la calma que traía la luna, yo dibujaba corazones en tus manos. Calentaba tu frío con mis labios. El dolor de tus heridas lo abrazaba con el reflejo de las estrellas. Por eso mi inspiración siempre calza con tu sonrisa. Y cada palabra que escribo tiene el olor de tus besos, tu recuerdo.

Era mi manera de cobijarte por las noches, la caricia delicada que necesitabas para dormir. Un beso, la ilusión de un instante eterno, un segundo rescatado, el silencio que se ignora. Y en cada puesta de sol te contaba historias, las que están calcadas en mi mente, las que muchas veces pinté con tus ojos, con la intención de conquistarte con ternura, con paciencia; entonces amarrar un lazo en tu memoria, con mi nombre escrito, para desnudar en sonrisas tu alegría, y poco a poco convertirte en felicidad.

Sin despertar, solo soñar. Solo consentir tus oídos con mis palabras, y poder poco a poco ablandarte el corazón. No será el sonido, ni la bulla de mis intenciones, a veces la simpleza de cada detalle se convierte en perfección, y contra luz, la silueta de este amor tuvo forma de sonrisa, de carcajada. Ahora, me he dedicado a disfrutar de tu alegría, de tus labios. Acurrucarme en tus regazos, compartirte mi vida. Quiero que tus ojos se conviertan en mi ventana, para ver paisajes preciosos cada día por la mañana.

Como un colador de sueños. Cierro los ojos y me enamoro cuando te veo. Siempre en lucha, la mente, la bruta. Por eso tuve oídos sordos, por eso siempre escuché el corazón. Duele. Duele pero no hay mejor dolor que dejar morir un poco de mi corazón, por un beso, por sentir tus manos; y cada lágrima en tu recuerdo la guardo en una gaveta, para recordar tus errores, y aprender de los míos.

Y algún día llegarás. Y te contaré las historias que habían en mi mente. Cuando cerraba los ojos y me enamoraba al verte. Cuando lloré por creer que te había encontrado. Y tantas cartas que te escribí, que ahora el tiempo las guarda en reposo. Y dibujaré corazones en tus manos, mientras duermes, con la luz de la luna. Y con cada estrella que brille le daré calor al frío de tus heridas. Y tus ojos serán mi ventana y tu sonrisa mi inspiración. Y te amarraré un lazo, un lazo con mi nombre; para que nunca olvides, para que nunca dudes.

Ahora el sol termina de ponerse y yo termino de contarte esta historia calcada en mi mente. Con la misma intención de hace tantos años; de conquistarte, con ternura y paciencia. Y una vez más, mi inspiración calza con tu sonrisa.

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