La silueta perfecta, el descanso intenso de la mirada fija, austera; el sonido, la música que despierta recuerdos, formas poco claras de llegar al corazón, de abrazar de distintas formas la idea de que vivir es cuestión de luchar, sin poder leer entre líneas el secreto que marca los tiempos de la soberbia, la arrogancia. Una forma de tachar las palabras escritas, de borrar sentimientos vencidos; tal vez, un camino que encuentra su destino en cada página, en cada cuento que escribo.
Poco a poco he ido calcando sonrisas, imitando sentimientos; las emociones, las que nacen ahí adentro, se convidan conmigo para hablarte al oído, recordarte entre rimas que son los silencios los que le dan vida a la bulla, al escándalo de una carcajada; y que cada lágrima guarda en sus propiedades la receta mágica para disfrutar el placer de vivir, pues cada error en esta vida se convierte en una forma de aprender, corregir con tinta blanca las mentiras que quisiste creer, las mismas que te hicieron caer.
Y nadie se salva de la desconfianza, como devorando a cada instante las promesas del amor; como esquivando con risa sarcástica la consecuencia de cada acto, pretendiendo poder obviar que la vida se devuelve, que la vida pasa páginas pero nunca olvida, y cada movimiento que tenga en su estrategia la respuesta con dolor de una persona sin vela, queda marcado en el retrovisor de la ironía, para convertirse más temprano que tarde en la realidad del que lastima.
Con los días aprenderás, y vivir se convertirá en un proceso para mejorar, para cuidar; recapacitar cada pequeño detalle del mosaico, de la gran imagen; y salirnos del pensamiento cuadrado para al menos cosechar lecciones, embargar a la tristeza con un cuaderno de ilusiones. Al final, todo se trata de cumplir los sueños, de hacer magia en el desierto; de sonreír en el dolor y levantarse del barro; de cosechar sonrisas y regalar besos; de capturar en una fotografía la simpleza de los detalles, el deseo casi automático de ser felices en la tristeza.
Ahora, cuando menos lo piensas, entra la memoria en el desván de tu presente, esperando para ser usada, evitando ser olvidada. Pues cada herida del pasado se cura con la enseñanza que le damos; de esa forma, sufrir es simplemente un paso del proceso, un momento oportuno, pues del dolor nace la llave para reír, para poder de alguna forma, vivir. Y así, entender en cuestión de segundos, que ser una buena persona representa el sueño por el que luchamos, la alegría que se importa de los momentos incómodos, cuando el corazón se desgarra en memorias.
Cierra los ojos, sonríe. Permítete soñar con soltura, con grandeza. Demuestrate que la capacidad de ser feliz se combina con los reflejos del pasado, y que la forma más perfecta de sonreír, es poniéndole trampas a la tristeza. Un detalle, una simple forma de leer la vida, de cosechar sonrisas. La inmensa conquista de cumplir el sueño de tu corazón; por eso, de cada lágrima que dejes salir, de cada herida que te marque y cada silencio que olvides, aprende a tomar apuntes, de marcar los tiempos. Al final, todo se trata de cumplir los sueños...de hacer magia en el desierto.
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