sábado, 5 de marzo de 2011

Dejo de contar segundos en mi mente.


Con el sol en mis pies siento el calor que me hace recobrar la cordura, puede que sea un simple reflejo a través de la ventana, incluso puedo percibir una mentira en mi almohada; un dolor que respiro en el aroma de tu perfume, extraña sensación donde la melancolía juega cartas con la memoria. Descalzo, disfruto tiernamente de este descanso que me da la vida, donde recobrar energía comienza a ser parte de la ecuación.

Ya puedo distinguir en el horizonte el barco del que hablaban, el que tantas veces escuché mencionar en las historias que recita el tiempo; un velero que acompaña cada tristeza con la fuerza del viento, y con cada golpe, cada ola, con la esperanza que se dispersa en el calor, puedo toparme de frente con una verdad sin miedo, que me dice al oído la razón por la cual seguir.

Una lágrima que viaja por el océano intenta cubrir el alimento de la vida; una amargura envuelta en el papel de la ilusión es tal vez una extraña manera de entender la ironía de este cuento. Pierdes cada detalle de tu vida, pierdes tus sueños y alegrías, sin embargo te mantienes fuerte y constante, te mantienes siendo quien siempre has sido; en instantes todo pierde sentido, pero al siguiente minuto encuentras los motivos disfrazados en medio del movimiento del mar, con la sequedad en tu boca y el increíble deseo de ver más allá del infinito, te propones que a pesar de las heridas vas a seguir, intacto de alma, haciendo alarde de una paciencia que no creías tener y convenciéndote a ti mismo de que esto merece la pena.

El sol llega ahora a mi pecho mientras el atardecer se prepara, tan lento y a la vez tan rápido, que cuando quieres quedarte viendo fijamente al sol en cuestión de un pestañeo ya no hay nada que ver, solo ese color rojizo del cielo que se confunde con la delicadeza de un pintor mientras hace su obra; como jugando a ser Dios en medio de tanta zozobra.

Y piensas, y sientes, te dedicas a contar los segundos en tu mente. Sabes y tienes presente que la vida no es un juego como muchos creen, pues a pesar de ser corta, es precisa y justiciera, pues cuando menos creemos obtenemos lo que cosechamos. Por eso he ido guardando silencios que me tranquilicen en esta bulla; he ido guardando caricias que me calmen en esta angustia; sobre todo he escondido dentro mío un secreto que me mantiene vivo, una idea convertida en ilusión. Es un simple motivo para darle impulso a mis pulmones, una forma de decirle palabras de amor a mi corazón para que no deje de latir; creo que a pesar de tantos golpes en mis pies, hoy puedo sonreír con la tranquilidad que guardo en uno de mis bolsillos.

Ahora el sol llega a mi rostro, y tengo que cerrar los ojos por el golpe de los rayos de luz. Aprovecho este descanso para agradecer por cada uno de mis pasos, porque ahora, ahora que ya veo aquél barco en el horizonte, me doy cuenta que ha llegado la hora de partir, de terminar con esta situación y seguir. Ahora, mientras siento las olas muriendo en mis pies, mientras el sol me abraza con su precioso calor, entiendo que es un buen momento para dejar de contar los segundos en mi mente; quiero soltar el peso que cargo por el bolso en mi espalda, y sustituir cada mal recuerdo por la certeza de saber que no pasaré desapercibido, y que estas palabras encontrarán un nuevo destino.

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