jueves, 10 de marzo de 2011

Fin.


Cuesta dar los últimos respiros a estas ideas del día a día, poco a poco mientras escribo estas líneas voy asimilando el hecho de que son las últimas para cerrar el círculo; por durante un año entero me dediqué a trazar líneas de mis pensamientos y hacerlos palabras, construir en párrafos tantos sueños, ideas, emociones; incluso tanto dolor e injusticias que a todos nos toca ir percibiendo.

Hubo momentos donde escribir era complicado, donde armar el rompecabezas que había en mi mente era algo realmente difícil; en otros momentos las ideas simplemente brotaban y se plasmaban con mis manos en cuestión de minutos. Al final de cada día, tenía la increíble satisfacción de leer lo que escribía y saber que en secreto entregaba un poco de mí en la lectura. De verdad resultó siempre gratificante saber que muchas de las cosas escritas en este año ayudaron a muchas personas a sentir algún tipo de identificación, una empatía con lo que leían, que, como dije desde el principio, fue una de las principales razones de este proyecto.

Siento que escribir se fue convirtiendo para mi en un medio de aprendizaje, un motivo diario para seguir, para conocerme más, para interiorizar cosas que creía que ya entendía. Escribir es como verse en un espejo formado de oraciones, con verbos, tildes, rimas y colores; por eso pueden encontrar piezas de mí en cada poema, en cada cuento, en cada ensayo, en cada simple escrito; porque las cosas que he vivido me han permitido acercarme más a mí, las cosas que escribo es una forma de repetir para aprenderme de memoria las enseñanzas de la vida.

Nunca fue una cuestión de sencillamente cumplir, este proyecto siempre se trató de crecer, crecer yo como persona y ayudar a las personas en su mismo viaje de conocimiento, porque lo que yo siento no es nuevo, es lo que todos sentimos en determinados momentos de nuestra vida; pues en un entorno repleto de emociones y sentimientos, lo que nos hace falta a todos es acercarnos mucho más a ellos para escuchar el susurro del alma en cada detalle, cada pequeña cosa que creemos que no tiene sentido, es una pista en clave de sílabas para responder preguntas que guardamos en nuestro interior.

Muchas veces, me tocó cerrar los ojos en el silencio para ponerle atención al ritmo de mi corazón, donde en cada latido sonaba el grito de un sentimiento, uno que juega a ser el más grande de todos. Con el amor, la inspiración se resume en un rostro y en recuerdos, en la memoria y un mar de emociones que ahoga cualquier tristeza en este mundo. Escribir para el amor es como respirar en la vida; quien no comparta esa delicia de sentimiento no puede llamarse ser humano. Por eso siempre le tomé la mano a mis recuerdos, a mis ideales de amores perfectos e incluso los que están lejos de serlo, porque cada amor protege un reflejo de rayo de luz que viene del sol, para darnos calor y vida; cada amor es una puerta que nos lleva a un sueño repleto de bendiciones y alegrías; porque cada amor deja la huella de un beso tatuado en nuestro corazón, y en la memoria deja rastros para volver atrás en el camino y ser capaces de opacar cualquier sentimiento negativo que intente empañar nuestra ventana.

Quisiera que cada palabra escrita durante este año logre vencer la guerra del tiempo, para así dejar un recuerdo de mi vida estando o no en ella. Quiero poder imaginar que muchos años luego de morir, las cosas aquí escritas sigan sirviendo a muchas personas. Incluso quiero que estas cosas me ayuden a mí mismo en mi futuro, para recordar en cierta forma como me fui convirtiendo poco a poco en la persona que soy, y cómo me he desarrollado para llegar a ser la persona que quiero ser.

Duele terminar. Duele dejar atrás algo que ha sido parte de la vida de uno por tantísimo tiempo. No sé si parezca sencillo, pero escribir prácticamente todos los días durante un año exige mucho trabajo a la mente, para mantener un estado de inteligencia emocional que le permita a uno tener ideas sin importar el estado emocional en el que uno esté. Muchas de las cosas que he escrito en este año fueron escritos en momentos donde jamás hubiera pensado que podría escribir; sin embargo, quería enseñarme a mí mismo una lección de perseverancia y convicción; sin importar si estaba de ánimos o no, sabía que escribir tenía que ser parte del día, y me aferré siempre a la idea de saber que de una u otra forma tenía que cumplir con mi promesa, con mi intención. Parte de las cosas que he aprendido en este año ha sido a que las luchas internas y externas nos mantienen conscientes de quiénes somos y cuáles son los principales valores y principios que rigen nuestra vida; y no solo eso, sino que hacemos una base mucho más sólida de todos ellos.

Entiendo que los conceptos muchas veces pueden brincar de un lado a otro entre distintas personas, pero en el fondo, cada idea se mantiene como parte de una programación colectiva que nos permite a todos relacionarnos de manera directa o indirecta con infinidad de situaciones. Sé que nunca intenté descubrir el agua tibia con mis palabras, solo intenté subrayar párrafos de la vida que todos tenemos que pasar, párrafos que guardan entre comillas los secretos para nunca fracasar. Siento que cada letra escrita se mantiene pegada con el cemento de la coherencia para la eternidad y que de una u otra forma he ido convirtiendo un puñado de ideas en formas diferentes de aceptar nuestra realidad.

De antemano sobra decir que existen personas en esta vida que anclan momentos disfrazados de felicidad, y sin la compañía de ellos este camino jamás sería el mismo. La soledad puede atacar cada una de nuestras venas hasta llevarnos al punto de sufrir más de la cuenta; pero escondido en el silencio de una noche está el recuerdo de un pensamiento positivo dispuesto a despertar y luchar, pensamiento que debemos de cuidar como al mayor tesoro de nuestra vida, con la simple intención de sonreír cada nuevo día.

Siento el peso cada vez más fuerte de mis dedos al escribir, pues me voy dando cuenta que esto llega a su fin. No puedo despedir sin agradecer a tantísimas personas que me motivaron día a día a seguir; por el apoyo incondicional y las lecturas constantes, tengo que decir "¡Gracias!" a cada uno de los que han sido parte de este proceso, porque han representado ese aire que le da vida a mis fuerzas, representan las ganas de escribir una vez más; "¡Gracias!" porque así como la luz del sol le da vida a las plantas, estos escritos cobran vida con sus lecturas, pues de no ser así, tantos verbos y rimas, tantas consonantes y sílabas se ahogarían en el silencio del vacío. ¡Gracias!

Y ahora que escribo éste último párrafo, recuerdo con alegría tantos momentos que he vivido en este año. Tantas lágrimas y sonrisas; preocupaciones y caricias, tantos momentos de estrés para entender los dictados, muchas veces ambiguos de mi corazón, y la forma casi mágica en que escurrí entre mis dedos las ideas de mi mente. Ahora, espero que todo lo que queda aquí encuentre nuevos destinos, nuevas formas de mejorar perspectivas, porque si hay una cosa que tiene que quedar de enseñanza es que sonreír es la forma perfecta de mejorar en algún sentido la vida de los demás.

"Muchas veces por estar metidos en nuestros propios problemas se nos olvida el mundo que está ahi afuera. Y muchas veces somos groseros, maleducados y desinteresados con las personas que nos rodean, por lo que siento que la teoría de sonreír aún en los malos momentos es una buena forma de comenzar a mejorar el mundo" 10 de Marzo del 2010

Cierro los ojos luego de tanto escribir, y repaso en mi mente los reflejos de mi corazón, para entender poco a poco que el alimento de esta vida se consigue con las acciones que traigan orgullo y felicidad; quiero atar en una esquina del mar todos los pensamientos que me impiden crecer, quiero romper de una vez por todas las ataduras del ayer.

En silencio y con frescura, el viento por la mañana, quiero entorpecerle el camino a la locura, para lentamente abrir las puertas a la vida, aprender a valorar en cada instante cada detalle, porque la vida es rápida y el paso de los años se aniquila contra el tiempo. Quiero poder sentir en mi pecho el calor de un sentimiento que me golpee, quiero caer y levantarme tantas veces como sea necesario, para cultivar cicatrices que me recuerden lo que viví.

Sentado en este balcón y con la mecedora rechinando, escucho cantar al viento con el susurro de la paciencia, cada nube y cada árbol se conjugan en esta pieza que hace música en mis oídos, como quien intenta recordarme que el final ha venido. Guardo una última sonrisa que me repleta de emoción, que me hace brincar en la quietud de este momento tan nostálgico.

Percibo tantos sentimientos acorralándome contra la vida, en un intento de expresarse una vez más. Quiero gritar, reír, cantar y bailar; quiero descontrolar mis motivos y razones. Quiero escribir una vez más y hacer alboroto con la imaginación, la que por tantísimos días ha sido compañera de mi vida. Quisiera componer un poema de amor y dedicarlo a un recuerdo en específico, quiero escribirle una carta al dolor para agradecerle por ser escultor de mi alma.

Pero el tiempo se termina y con él viene el silencio de mis palabras. Todo, absolutamente todo se acaba en esta vida, excepto el recuerdo que deja empañado el espejo de la alegría. Y aunque esta etapa se acabe, y en apariencia se escondan mis pensamientos, quiero guardar en el bolsillo de mi camisa el sabor y los colores de este cuadro que he pintado; quiero en el futuro ver hacia atrás y encontrarte a ti en cada uno de mis escritos...quiero encontrarme sonriendo en la memoria de mi pasado.

Un silencio adorna este momento con la satisfacción de haber cumplido. Un suspiro se cobija con las respuestas que he encontrado. Un par de lágrimas se secan con la brisa que regala una simple esperanza. Ahora cierro los ojos, repaso, repito, aprendo; cierro los ojos una vez más y escribo lo que nace aquí adentro, y con esta última línea despido una etapa dibujada para la eternidad, en trazos de pinceles con formas de felicidad.


¡Gracias!



FIN

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