martes, 1 de marzo de 2011

Crítica


Creo que en esta vida nunca vamos a realmente entender cada cosa que nos quita la paz, tal vez podamos ser capaces de sobreponernos y a terminar aceptando ciertas cosas que creemos sin sentido; pero al final, el diseño subjetivo que va adquiriendo año tras año el mundo, se convierte en una puerta de salida para las locuras que encuentran su lugar en el vacío.

Puede que con palabras más o palabras menos pueda decir lo mismo, pero el mecanismo de sociedad que tenemos mantiene un bajo perfil en cuanto su lógica matemática y calculadora de un planeta que alardea con ser tecnológico y avanzado. Tantos secretos guardados en tan pocos cerebros; tal vez si el mundo conociera con detalles cada aventura del ser humano en su intento por jugar a ser omnipotente, podríamos en conjunto buscarle solución a este misterio sin juicio.

Incoherencia tras incoherencia, vamos haciendo caminos marcados con boronas de pan, tal vez para algún día retomar el sendero justo, el equitativo; palabra que no existe en el diccionario de los exitosos, como otras que también podría escribir en este mismo párrafo, pero las reservo para no sesgar la opinión del que lee. Piénselo.

Un día, de repente, una persona juró tener la idea de la historia, para suplantar en esta tierra la humildad con la avaricia. Nadie reclamó, y si lo hizo creo que murió. Gracias a la construcción de este orden mundial hoy podemos ser testigos de las mayores plagas y mafias de la historia; ladrones de cuello blanco, corruptos de saco y corbata; violadores con la cruz en el pecho.

Y no era difícil de suponer que hacia eso nos llevaba el tren, un destino evidente que se ha convertido en una realidad elocuente. Ahora las paradas en este transporte solo se dirigen hacia un mismo norte, donde vale más un papel impreso que la lágrima de un niño hambriento; donde vale más una casa vacía que una familia sin hogar.

Podemos darnos el lujo de tener unas cuantas personas sumergidas en absurdas cantidades de dinero, mientras un continente entero suplica por agua potable; podemos permitir que los bancos se roben las casas, de aquellos que la han luchado por años.

Pero aquí no ha pasado nada, y el poder es el mismo con distinta máscara. Los que están arriba, quieren seguir subiendo; los que están abajo mueren por al menos respirar. Creo que mientras no cobren el aire que inhalamos todavía nos quedan ciertas esperanzas de seguir luchando.

0 comentarios: