viernes, 26 de marzo de 2010

Decir-pensar-hacer...


Me parece que es uno de los errores más normales que todos hemos cometido en la vida. Uno de tantos. Es cuestión de congruencia entre tres hechos: decir-pensar-hacer. Y el camino que hay entre uno y otro termina siendo mucho más enredado de lo que parece ser.

En algunos ámbitos se les puede llamar "doble moral" o "falso discurso". Practicado ampliamente por la clase política mundial, sin excepciones.

En el ámbito personal a todos nos ha pasado. Y como leí por ahí un día de estos "muchas veces los que imponen las reglas terminan siendo víctimas de ellas". Lo cual es bastante cierto. Conozco mil situaciones distintas (y me incluyo) en donde una persona expresa una opinión, pero al cabo del tiempo, o en el mismo instante termina actuando de una forma que contradice totalmente su posición. La parte que no vemos, evidentemente, es la del medio: lo que se piensa. Y este factor es el más determinante para entender este tipo de situaciones.

Muchas veces decimos sí a las cosas para no entrar en discusiones. Muchas veces expresamos ideas que no creemos realmente por el simple hecho de quedar bien. Ese tipo de procesamiento mental de lo que se habla es muy leve. Es decir, cuando decimos una opinión sobre algun tema con la intención de quedar bien, ese pensamiento no va a ser asimilado por nuestro cerebro, sino que va a ser deshechado una vez que no sea más necesario utilizarlo.

Esto lleva a muchos problemas. Por el hecho de que podemos no darnos cuenta que para la otra persona el tema es importante, y por supuesto que nuestra opinion también. Lo que puede provocar falsas expectativas sobre nuestras formas de actuar. De esta forma, una vez deshechado el pensamiento conveniente, actuamos de la forma que realmente pensamos, la cual normalmente sería diferente a la que decimos. Es ahí donde entramos en incoherencias del tipo "decir-pensar-hacer".

Ahora, eso es a un nivel digamos externo. De mí para con los que me rodean. Pero este tipo de incoherencias se encuentran también a un nivel interno. Es cuando nos convencemos de que algo es de tal forma, y expresamos ese sentimiento. Pero una vez enfrentados a determinada situación, actuamos de forma completamente opuesta a nuestra supuesta creencia. Este puede llegar a ser un problema mayor, porque representa fallarnos a nosotros mismos, o al conjunto de valores y creencias que creímos tener en la vida.

Si bien es cierto que es un error que todos cometemos en la vida, a mí me parece que es un error que deberíamos de corregir. Porque debemos mantener un esquema de valores y creencias lo suficientemente sólido como para poder ser consistentes en nuestra vida. No por el hecho de ser algo común significa que tenemos la excusa para seguir haciendolo.

Me parece que deberíamos de hacernos un verdadero examen de conciencia. Determinar creencias verdaderas y creencias bajo influencia. Una vez hechas las dos calificaciones definir cuales de las creencias bajo influencia podremos (y ante todo, queremos) pasarlas a la lista de creencias verdaderas. Y de esta forma podemos estar seguros de poder decir, pensar y hacer cosas con una conexión verdadera.

Lo cual nos podría acercar un poco a ser personas más confiables, más seguras, más concientes de quiénes somos nosotros mismos, y personas reales que mantienen una vida transparente tanto a nivel externo como a nivel interno. Esto nos abriría las puertas a nunca faltarnos a nosotros mismo, lo que para mí es el principal objetivo de todo en la vida.

Una base de valores y creencias es la principal herramienta que tenemos para definirnos como personas. Y como base, debe de ser cimiento para construir sobre ella todo lo que somos y queremos llegar a ser. Porque de la misma forma que en un edificio, si la base es débil o de dudosa fortaleza, muy probablemente estamos construyendo un edificio que por más precioso que aparente ser, terminará en el suelo convertido en escombros. Y lo peor de eso, es que muchas, muchas, muchas personas podrían salir lastimados.

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