viernes, 2 de abril de 2010

Eso que llaman justicia


Bueno es otro de los cuentos que he escrito. Es corto, como todos, y sencillo. Trata de un condenado a muerte, injustamente. Refleja el dolor, la angustia y la frustración que se siente cuando caminas hacia tu muerte. Cuando se tiene plena conciencia de que en los próximos minutos se te va a ir la vida.

Lo cual me recuerda la historia de un revolucionario que con su palabra trató de cambiar al mundo y fue su pueblo el que decidió su muerte. No hay diferencia en matar. No hay diferencia cuando se nos agota nuestra respiración, cuando nuestros latidos se vuelven más débiles.

Un hombre dió su vida por nosotros hace cientos de años. Y ¿qué hacemos nosotros por él en nuestra vida? Pregunta retórica.


Eso que llaman Justicia

Hoy el sol no quiso salir, esta harto de iluminar el día. Hoy la lluvia ha salido a pasear, soltándose de las amarras de las nubes. Hoy los pájaros ni vuelan ni dejan escuchar su canto…el viento no sopla y se me ahoga la vida en el mar de la muerte. Intenta el amor venir a rescatarme pero la seguridad del destino le impide el paso. Se le cierran los ojos a la esperanza, se le alumbra el camino al destino, se le arrebata el esfuerzo al cariño. Todo tipo de lucha es ahora inútil, se ha firmado un contrato; se tomó la decisión sobre mi vida.


Nací siendo libre, y ahora me preparo para mi muerte, privado de ella. Cuatro paredes mi mundo, una pequeña ventana mis ojos, una cama mi descanso y un ratón mi único amigo. Aquí encontré el significado de la soledad, escrito en cada una de mis lágrimas. Encontré el sonido de un silencio que grita desesperadamente por ser escuchado. Encontré escondido en mi alma el hogar donde vive el arrepentimiento tardío, pero ya no abre su puerta a mí. Aquí se abrió ante mis ojos la puerta de la desesperación y del fin. Firmé mi muerte, sellé mi final. Escribí cómo termina un cuento de dolor y sufrimiento. Hoy todo se termina.


La sombra de la noche se acerca, se escurren mis últimos respiros, se cierran mis ojos poco a poco. Hay un nudo en mi garganta, dos hombres entran en mi mundo y me toman del brazo, se inundan mis ojos de lágrimas y siento aplastada mi alma. Camino por inercia, casi arrastrado. En el suelo rebotan mis últimas lágrimas. Tiemblo del miedo y me hacen sentar. Mucha gente vino a verme. Se acerca un sacerdote ofreciéndome la oportunidad de un perdón divino, lo ignoro. Se oscurece la habitación, algo han puesto sobre mi cabeza, me amarran los brazos y me destrozan la vida. Siento cómo la muerte me abraza y me toma de las manos, prometiéndome miles de cosas. De repente un sonido aturdidor se adueña del lugar…y mi corazón ha dejado de latir. Me quitan lo que cubría mi cara y el reflejo de luz en una lágrima ilumina la habitación, se respira vacío, se respira “justicia”.


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