lunes, 22 de noviembre de 2010

Camino.


Camino, me arrastro, busco.
Encuentro y escondo lo que voy aprendiendo.

Dejo caer los sentidos.
Los mismos que me tienen perdido.

Tantas curvas que se mezclan en el infinito.
La nostalgia de un destino esquivo.

Me permito coquetear con la locura.
Para enterrar al fin mi cordura.

Solo de esta forma puedo imaginar.
Que algún día llegaré a encontrar.

El secreto que amarra mi vida.
En medio de tanta apatía.

Un día desperté, mirando a mi alrededor.
Escuché la paz que dormía en mi interior.

Recorriendo con mis pies desnudos.
La delicadeza del zacate en medio del bosque.

Suena como canciones para dormir.
El increíble sonido del viento al vivir.

Rebotando con el agua del río.
El que calmado evade al olvido.

Sentir la caricia de un rayo de sol.
Es como pintar una sonrisa con su calor.

Y el brillo de mis ojos, reflejando felicidad.
Es la más extraña historia que tengo por contar.

De aquellos días cuando creí conocer.
Hoy conozco sin regaños, pues he aprendido a aprender.

Que detrás del cielo nublado.
Se encuentra la chispa que te mantiene ocupado.

Cuando juras que te encuentras.
Te das cuenta que te pierdes.

Y justo cuando te pierdes.
Te das cuenta que te encontraste.

Porque de eso se trata, al final de cuentas.
De vivir para aprender, y mirar las estrellas.

Pues en las noches, esa estrella fugaz.
Guarda en su estela un secreto capaz.

De hacerte sentir que has vivido sin encontrar.
La más absurda idea, justo antes de marchar.

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