miércoles, 12 de enero de 2011

Entender.


Hace un tiempo atrás, cuando las palabras se deslizaban delicadamente por tus oídos hasta llegar a tu sonrisa; me senté una tarde, de esas donde el sol parece extender sus brazos y abrazar en calor todo a su paso, y me puse a pensar lentamente en cada beso que te había dado, cada mirada fija que me regalabas enamorada de tantísimos recuerdos.

Escapan de mi memoria los llantos y las decepciones, pues simplemente no hay espacio en este corazón repleto de ti para esas emociones. No hace mucho tiempo atrás que te dibujaba en un cuento de hadas; un secreto que yacía en tu interior y que ese día más que nunca deseaba conocer. Quise arrebatarte el destino; quise hacerte mía a pesar de ser prohibido, y fracasé en todo intento de coser tu lastimado corazón.

La tarde parecía eterna, tan exquisita, tan llena de vida, tan escondida de la realidad; como tu mirada. Aquellos ojos penetrantes que me insinuaban mucho más que un beso con la cama a un lado; aquellos ojos que me invitaban a desnudar tu alma para sentirte cerca, sentirte dentro mío; pero ante todo, aquellos ojos que se convirtieron en la ventana de los míos.

Quise convertir en magia tus deseos y sonreírle a cada una de tus pasiones; quise envejecer siempre a tu lado y dedicarte mis poemas y canciones; esperé tanto para poder regalarte el cielo y las estrellas, que cuando me di cuenta te había regalado hasta los planetas. Quise recitarte los versos y mis rimas, todos inspirados en el sabor de tus labios; quise tanto que me quisieras como yo te quise, que olvidé por un instante que existía la tristeza y la desolacion.

Sentía arder por dentro mis sentidos, en la hoguera de la inevitable decepción; pensar que ayer simplemente eras todo y ahora un ensordecedor silencio se cobija en la nada. Abrir los ojos de tan insultante vestigio de emociones y aceptar la idea de que los sueños son delicados como el cristal; entender que si para mi significabas todo, para ti yo no era nada.

Pero aquella tarde decidí despedirme; tomé mis maletas y me marché. Busqué nuevos senderos que me llevaran donde sé que aprenderé; conocer el mundo con mis pies y que cada párrafo sea escrito con tinta de felicidad. Dejé perdida la amargura y la melancolía en el momento que decidí dejarte atrás. Un rayo de Sol me explicó en ese momento, que lo increíble de la vida se esconde en el brillo que le demos; de repente el cielo era fucsia y al instante cambió a gris.

Ahora no queda más que seguir. Emprender el verdadero viaje para el que me pusieron aquí. Mientras tanto abrazo tu recuerdo, como señal de que hace un tiempo te conocí; y que fue gracias a tu mirada y tu sonrisa, que supe el lugar preciso hacia el que tenía que ir.

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