Vvimos todos tantos momentos de feliciadad y alegría, y algunas veces sentimos ese miedo espantoso o esa sensación angustiante de que ese estado emocional positivo es simplemente pasajero. Pues la vida está en constante cambio, y no siempre nos muestra sonrisas en su rostro.
Es defícil vivir con niveles de incertidumbre. Es el miedo multiplicado por la ansiedad y elevado a la anticipación de los hechos. Es como ir poco a poco haciendo el hueco donde estará nuestra tumba; sin tener en claro el día en que eso llegará. Es, por supuesto, un desgasta físico y emocional que se puede convertir en una debilidad sumamente influyente en nuestras vidas.
Cada acción, cada decisión que vamos tomando sobre la marcha, muchas veces parte del hecho de un estado general del entorno sin mayores problemas o dificultades. Consiste en un análisis subjetivo y rápido de nuestra mente para definir los pasos a seguir en cada proceso que vamos llevando en todo instante.
Siempre luchamos, sin darnos cuenta, contra esa posibilidad de un momento, sea cercano o no, donde todas las cosas que están en orden, se van a desacomodar. El caos es un estado que si bien es cierto no es permanente, es completamente estacional; y trae consigo la caracterísitica de envolver en su tormenta varios aspectos de nuestra vida. Es decir, un mal siempre viene acompañado.
Todo esto se complica mucho más cuando se trata de caos en cuestiones que son pilares en nuestra vida. Sea familia, trabajo y por qué no, Dios. En este último caso son esos momentos donde a partir de una situación que consideramos sumamente injusta, repercute directamente en nuestro pensamiento con respecto de Dios. Y ahí lo culpamos por no habernos ayudado, etcétera.
Claro que no es sano vivir en caos. Por eso siempre, en cualquier situación, el ser humano tiene la inteligente tendencia de ir buscando soluciones progresivas y graduales en cada caso y escenario en específico. Cada situación es un mundo a parte con soluciones tan diversas como personas existimos, y se trata de eso; de ser capaces de entender que no importa la mala situación que se nos presente, de una u otra forma existirá una solución que nos traiga de vuelta a la calma que nos permita descansar cada noche con la tranquilidad que nuestro cuerpo necesita.
Es muy difícil a veces entender estas cosas. En los malos momentos se empañan los ojos de nuestra mente, y en definitiva no somos capaces de ver más allá. Todo es un caos, y para nosotros no existe nada que lo pueda arreglar. Pero siempre, de la forma que sea, existe esa luz de esperanza que nos ayuda a ordenar nuestra vida.
Esa luz de esperanza tiene nombre. Está en todas partes y nos acompaña en todo momento. Esa luz es Dios. Pero Él no es tan prepotente como para tomar decisiones por nosotros; nos dá la libertad de, con base en nuestro conocimiento, tomar cada decisión en la vida, y permanece ahí eternamente para nosotros ya sea para festejar lo bueno, o apoyarnos en lo malo.
Es defícil vivir con niveles de incertidumbre. Es el miedo multiplicado por la ansiedad y elevado a la anticipación de los hechos. Es como ir poco a poco haciendo el hueco donde estará nuestra tumba; sin tener en claro el día en que eso llegará. Es, por supuesto, un desgasta físico y emocional que se puede convertir en una debilidad sumamente influyente en nuestras vidas.
Cada acción, cada decisión que vamos tomando sobre la marcha, muchas veces parte del hecho de un estado general del entorno sin mayores problemas o dificultades. Consiste en un análisis subjetivo y rápido de nuestra mente para definir los pasos a seguir en cada proceso que vamos llevando en todo instante.
Siempre luchamos, sin darnos cuenta, contra esa posibilidad de un momento, sea cercano o no, donde todas las cosas que están en orden, se van a desacomodar. El caos es un estado que si bien es cierto no es permanente, es completamente estacional; y trae consigo la caracterísitica de envolver en su tormenta varios aspectos de nuestra vida. Es decir, un mal siempre viene acompañado.
Todo esto se complica mucho más cuando se trata de caos en cuestiones que son pilares en nuestra vida. Sea familia, trabajo y por qué no, Dios. En este último caso son esos momentos donde a partir de una situación que consideramos sumamente injusta, repercute directamente en nuestro pensamiento con respecto de Dios. Y ahí lo culpamos por no habernos ayudado, etcétera.
Claro que no es sano vivir en caos. Por eso siempre, en cualquier situación, el ser humano tiene la inteligente tendencia de ir buscando soluciones progresivas y graduales en cada caso y escenario en específico. Cada situación es un mundo a parte con soluciones tan diversas como personas existimos, y se trata de eso; de ser capaces de entender que no importa la mala situación que se nos presente, de una u otra forma existirá una solución que nos traiga de vuelta a la calma que nos permita descansar cada noche con la tranquilidad que nuestro cuerpo necesita.
Es muy difícil a veces entender estas cosas. En los malos momentos se empañan los ojos de nuestra mente, y en definitiva no somos capaces de ver más allá. Todo es un caos, y para nosotros no existe nada que lo pueda arreglar. Pero siempre, de la forma que sea, existe esa luz de esperanza que nos ayuda a ordenar nuestra vida.
Esa luz de esperanza tiene nombre. Está en todas partes y nos acompaña en todo momento. Esa luz es Dios. Pero Él no es tan prepotente como para tomar decisiones por nosotros; nos dá la libertad de, con base en nuestro conocimiento, tomar cada decisión en la vida, y permanece ahí eternamente para nosotros ya sea para festejar lo bueno, o apoyarnos en lo malo.
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