lunes, 6 de septiembre de 2010

Carta 3


Poco a poco he ido sintiendo como el vacío que hay dentro mío, me va carcomiendo cada uno de mis cinco sentidos. He perdido la habilidad de ver más allá de mí; he perdido la capacidad de escuchar a las flores cantar; he perdido la sensibilidad en mis pies al caminar; he perdido el placer del aroma de un amanecer; he perdido incluso el saborear las amargas frutas que comía.

Quizás ya no distingo las hileras que hacen recorridos en la arena; creo que se ha apagado la llama que mantenía caliente mi corazón.

Es tanto el frío en mis manos, que siento que se congelan las ideas y se me resbalan por entre los dedos. Unas veces he creído que sencillamente nada tiene sentido.

A lo mejor haya alguien ahí afuera que sienta lo mismo que yo; a veces un mal momento no necesita de muros preconcebidos en la mente; sino de realidades que se indistinguan entre los que piensan una cosa y la realidad es otra.

No creo ser el primero que escribe en este encierro, ni pretendo suponer que seré el último. Me parece que la presión en mi pecho es motivo de un mal en mis lineamientos, mas no del corazón en sí.

No puedo ser tan arrogante de culpar al amor por los dolores del corazón; de un momento a otro siento que la pienso; pero cuando la pienso dejo de sentir.

Al remitente de esta carta, quiero que sepa que poco a poco voy perdiendo la cordura; el encierro me tiene en alucinaciones permanentes.

Creo que en poco tiempo tendrá más sentido un amor perfecto que las palabras que escribo.

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