Una de las cosas que más pueden resultar difíciles en la vida podría ser saber diferenciar. Existen límites que dividen a las paradojas que son extremadamente tenues, y nos podemos perder en la confusión de no tener la capacidad de discernir qué es qué.
Creo que no soy el único que ha sentido que entre más pensamos una cosa le perdemos sentido, o le encontramos más errores, o incluso cuando hacemos algo pensado y no por intuición nos equivocamos. Por ejemplo, si vamos caminando por el riel de un tren y no pensamos mucho cada paso, existen más posibilidades de no caernos; al contrario, si pensamos exactamente cada siguiente paso detenidamente, ese análisis se vuelve un distractor, y muy probablemente nos vamos a caer.
Pasa lo mismo con las líneas divisorias imaginarias que existen en todas las dualidades de la vida. El caso más claro que sirve para ejemplificar esto sería lograr separar lo que necesito y lo que quiero. Todos, absolutamente todos nos hemos o nos vamos a enfrentar con el cuestionamiento de qué es lo que quiero y qué es lo que necesito. Lograr identificar la diferencia, ésta diferencia en específico, y tener la fuerza de voluntad, además la sabiduría de actuar con certeza de lo que realmente buscamos, nos puede allanar el camino y ahorrarnos una cantidad inmensa de problemas personales.
La fuerza del quiero es extremadamente fuerte. Todo lo que quiero, por tendencia natural del ser humano, es todo lo que me atrae; es un imán de los pensamientos que nos encierran en con una idea clara en la cabeza y hasta nos hace un nudo que atrapa toda nuestra atención. Si en la vida todo lo que quiero fuera todo lo que necesito, sería verdaderamente sencillo; y realmente esa no es la gracia de vivir.
Por su parte, lo que necesito se muestra un poco más reservado; muchas veces no tan atractivo como ese capricho que tenemos entre ceja y ceja. Austero, silencioso; pero a la vez tenemos en el fondo una certeza reprimida de que sea como sea "eso" es lo mejor para nosotros. Ahí es donde juega nuestra cabeza con nosotros, y somos manipuladores de nosotros mismos. Y escuchamos las voces diciendo todo tipo de cosas que nos desvíen hacia lo que queremos; remarcando las cosas negativas de lo que "necesitamos" y alumbrando los factores positivos de lo que "queremos".
Un punto aquí que es importante es el factor de los tiempos de cada una de las cosas. Aquello que "queremos" típicamente es algo que nos va a dar satisfacción en el corto plazo; todo aquello que "necesitamos" nos va a dar réditos en el largo plazo. Y como seres humanos, siempre buscamos las cosas fáciles y rápidas; pero olvidamos el verdadero secreto que esconde la paciencia.
Esta lucha constante de "lo que quiero" versus "lo que necesito" es esencial a la hora de ir definiéndonos como personas. Es un proceso de aprendizaje del estilo prueba y error; que para mí es una de las mejores formas de aprender; siempre que tengamos la intención de corregir todos los errores que vayamos cometiendo en el camino.
Creo que no soy el único que ha sentido que entre más pensamos una cosa le perdemos sentido, o le encontramos más errores, o incluso cuando hacemos algo pensado y no por intuición nos equivocamos. Por ejemplo, si vamos caminando por el riel de un tren y no pensamos mucho cada paso, existen más posibilidades de no caernos; al contrario, si pensamos exactamente cada siguiente paso detenidamente, ese análisis se vuelve un distractor, y muy probablemente nos vamos a caer.
Pasa lo mismo con las líneas divisorias imaginarias que existen en todas las dualidades de la vida. El caso más claro que sirve para ejemplificar esto sería lograr separar lo que necesito y lo que quiero. Todos, absolutamente todos nos hemos o nos vamos a enfrentar con el cuestionamiento de qué es lo que quiero y qué es lo que necesito. Lograr identificar la diferencia, ésta diferencia en específico, y tener la fuerza de voluntad, además la sabiduría de actuar con certeza de lo que realmente buscamos, nos puede allanar el camino y ahorrarnos una cantidad inmensa de problemas personales.
La fuerza del quiero es extremadamente fuerte. Todo lo que quiero, por tendencia natural del ser humano, es todo lo que me atrae; es un imán de los pensamientos que nos encierran en con una idea clara en la cabeza y hasta nos hace un nudo que atrapa toda nuestra atención. Si en la vida todo lo que quiero fuera todo lo que necesito, sería verdaderamente sencillo; y realmente esa no es la gracia de vivir.
Por su parte, lo que necesito se muestra un poco más reservado; muchas veces no tan atractivo como ese capricho que tenemos entre ceja y ceja. Austero, silencioso; pero a la vez tenemos en el fondo una certeza reprimida de que sea como sea "eso" es lo mejor para nosotros. Ahí es donde juega nuestra cabeza con nosotros, y somos manipuladores de nosotros mismos. Y escuchamos las voces diciendo todo tipo de cosas que nos desvíen hacia lo que queremos; remarcando las cosas negativas de lo que "necesitamos" y alumbrando los factores positivos de lo que "queremos".
Un punto aquí que es importante es el factor de los tiempos de cada una de las cosas. Aquello que "queremos" típicamente es algo que nos va a dar satisfacción en el corto plazo; todo aquello que "necesitamos" nos va a dar réditos en el largo plazo. Y como seres humanos, siempre buscamos las cosas fáciles y rápidas; pero olvidamos el verdadero secreto que esconde la paciencia.
Esta lucha constante de "lo que quiero" versus "lo que necesito" es esencial a la hora de ir definiéndonos como personas. Es un proceso de aprendizaje del estilo prueba y error; que para mí es una de las mejores formas de aprender; siempre que tengamos la intención de corregir todos los errores que vayamos cometiendo en el camino.
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