miércoles, 15 de septiembre de 2010

Estrellas fugaces


Y no era para tanto, pero en medio de un aguacero de lágrimas, no cabe un abrazo en medio del llanto que desconsuela a aquella alma que respira el denso aire de la resignación.

A veces las cosas parecen tener luz propia, pero no es más que el brillo de otra luz que le da esa falsa primera impresión. Relataban de esa forma cuentos de Luna llena.

Porque a veces quien ríe, llora; es fácil confundir el grito de la victoria con el dolor de una persona sin destino; sin camino de ida ni de vuelta.

Es llegar a un punto donde solo queda la esperanza de morir, o sencillamente dormir y no despertar nunca más. Porque a veces lo que algunos más detestan, es lo por lo que otros darían la vida.

No queda mucho por hacer cuando te ponen un arma en la cabeza, más que cerrar los ojos y suplicar que cada bala traiga consigo paz además de pólvora.

Rogar que cada gota de sangre en el suelo sea un peso menos encima de mis hombros; y en cada último respiro se ahogue el dolor que hoy escondo detrás de mi sonrisa.

Espero que cada latido sirva de alarma para que mi recuerdo suene constantemente en la memoria de los que quedan y terminar de una vez por todas con esta injusticia que me destroza.

Hoy soy sincero, no quiero seguir pintando. Hoy le he permitido a todas mis debilidades ser parte de mi rutina, y convertirse en la razón de mi más grande desgracia.

A pesar de eso, sé que no puedo dar todo por hecho; los milagros y la esperanza, son esas estrellas fugaces que siempre pedimos cuando vemos hacia el cielo estrellado.

Parecen que nunca aparecerán, pero ahí, justo cuando pensamos que en definitiva la suerte se escurre entre nuestras manos, las vemos.

Y esa sensación de grandeza, ese sentimiento de que existe algo mucho más grande que nosotros y que nos escucha cada segundo, se convierte en nuestra principal fortaleza.

Porque yo me pregunto: ¿de qué sirve creer, si en los malos momentos dejamos de hacerlo?

Estos son los momentos que determinan realmente quiénes somos y para qué estamos hechos. Una vez más, "aunque en el cielo no hay estrellas, yo sé muy bien que ahí están"

Solo quiero recordar muy bien este momento. Poner un candado a este instante. Nunca olvidar lo que nos trajo a este punto. Pues el que olvida la historia corre el riesgo de repetirla.

Bajo la cobija del amor y la amistad, hoy pongo en las manos de Dios todo lo que en mi vida vaya a pasar. Y aunque la noche se prolongue y el sol se quiera esconder no voy a permitir que me hagan creer que no hay un nuevo mañana.

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