jueves, 30 de septiembre de 2010

Cuando en el reflejo de tus ojos solo ves lágrimas.


Estás ahí completamente solo.
Sintiendo mil emociones a la vez.

Saboreando la sensación de vacío.
Recorre tu cuerpo la exquisita adrenalina.

Los pensamientos corren a miles de kilómetros por segundo.
No sabes si dar el paso o no.

Crees que eres muy débil para hacerlo.
Y de repente te invade un sentimiento de poder.

Juraste que hoy sería el día definitivo.
Te sientes comprometido contigo mismo a hacer lo que dijiste.

No existe la posibilidad de ver para atrás.
Pues solo encontrarías razones que te empujarían.

No ves la claridad a lo largo del paisaje.
Ni te acercas a entender las dimensiones a tus pies.

Confías plenamente que en segundos todo terminará.
Aunque tienes la duda de si algo saldrá mal.

No diferencias entre causas y consecuencias.
Solo crees que tienes motivos suficientes.

Tu respiración ahorca tus sentidos.
Tu corazón trabaja fuertemente.

Escuchas las voces que te dicen que no debes avanzar.
Distingues solo aquellas que te incitan a caminar.

Entre más tiempo pasas ahí, menos sentido tiene volver.
Cuando en el reflejo de tus ojos solo ves lágrimas.

Y un camino roto que hace mucho terminó.
Es la idea vaga de un reencuentro con el pasado.

Es como jugar dominó con la muerte.
Y esperar paciente esa suerte.

De escuchar en el fondo la voz de Dios.
Que te susurra palabras coherentes.

Y de una vez por todas puedes recapacitar.
Volver el cuerpo y caminar.

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