jueves, 9 de diciembre de 2010

Darle rienda suelta a un desconsolado verso.


Tantas cartas que quedan por escribir; otras tantas por leer. El correo de los amores extraños; aquellos que duraron cien años. Hoy, por mucho te cuento que leer se ha quedado en verso. No existen más aquellas palabras delicadas, las mismas que arrancaban carcajadas. Los lazos que atan corazones, ya no demuestran distintas emociones.

No sé cuándo dejaron de caminar por las aceras; recorrer con la mirada los pasos que vas dando; corregir al instante los errores que vas notando. En qué momento se escondieron de esta vida los poemas que le daban sentido a los besos que hoy se desperdician. Vale más un segundo espontáneo, que el precioso plan de un tierno enamorado.

Escribo y escribo, poemas que te dedico. Alguno sí; otro no tanto, pero todos reflejan las caricas que vas olvidando. Con las nuevas formas de expresar las ideas, los sentimientos se pierden en frías enredaderas. Más nos vale a los poco que quedamos, tratar de resurgir las sensaciones con los años.

Es díficil leer; pero aún más complicado es tener la malicia necesaria para encontrar entre todas estas palabras, aquellas que van para tí. Simple sería pensar, que las rimas no intentan coser, éste rompecabezas llamado "querer". Busco en los remitentes las cartas que escribiste unos cuantos años atrás, en aquellos días donde sacabamos a pasear nuestros besos; cuando sentía ese suspiro intenso, necio y majadero, que me llenaba de ilusión el mundo entero.

Las páginas poco a poco van quedando en blanco. Se pierden las notas de una linda canción; aquella melodía que ataste a tu corazón. Con la que una vez seduje a tu amor, te tuve en mis brazos; y un día te solté. Recuerdo como si fuera ayer aquél día, pero no distingo las palabras que dijiste, solo logro interpretar tus gestos y tus modos, para entender que hasta ahí había llegado todo.

Pierdo la costumbre de una tranquila mañana, cuando corría detrás tuyo y tus labios disfrutaba. Siempre he pensado que al menos tendré el recuerdo, de un instante en mi vida en que disfruté de un sueño despierto. Pesadillas que me hacían sentir vivo, un espíritu repleto de arrepentimientos y errores; situaciones que jamás se interiorizaron.

Porque no hablan más las palabras que los hechos que van marcando nuestros pasos; la actitud no es más que una máscara que oculta los verdaderos motivos que agilizan nuestros procesos. Es sencillo: darle rienda suelta a un desconsolado verso, a una rima sin sentido o una lágrima perdida, es la mejor y única forma de llegar al fondo de nuestro corazón, y las heridas, las que siempre tendrás, son el más claro ejemplo de que vivir es luchar.

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