miércoles, 29 de diciembre de 2010

Pensar.


Muchas mañanas le canté sonetos escandalosos al viento. Gritos sin rítmica; métrica perdida. Desconsolado placer que se perdía entre tus ojos, entre tus labios; tu boca. Muchas veces escuché respuesta, de aquél lugar donde te perdías.

Nunca pensé que irte a buscar sería una alternativa, una forma de comunicación, un destello o una contradicción. Debajo de la solapa de aquél libro viejo, leí entre los párrafos todos tus sueños. Entendí que me querías; sí, me querías a pesar de todo.

Ahora, un poco tarde, un poco avanzado el día, todo parece tener sentido; encontrar camino. Vueltas de hoja que no se dan, pinceladas de pintura que ocultan la amarga realidad del error; arrepentimiento, nostalgia del corazón.

Si pudiera saber en el pasado, comentar eventos, sucesos, malinterpretaciones; la tristeza que se acaba en tus pies, el reflejo de un atardecer. Un momento del día en donde no sirva más que tu razón; escuchá en el fondo, escuchá con atención.

Qué más da ahora. Todo parece perdido. Y mientras pienso, cae la noche en este lugar. Oscuridad, nubes, lluvia, frío; en conclusión: miedo. De saber que no supe; de entender que nunca entendí. Que a pesar de todo lo que pasó, nunca abrí los ojos: nunca te ví.

No hay Luna ni viento. Solo gotas, lágrimas, dolor. Encuentro instantes de emoción; creo que es una extraña sensación de creer en la absurda esperanza de que el tiempo volverá, que te podré valorar. Aprender lo que no aprendí; corregir lo que nunca corregí.

Mientras tanto, escribo. Escribo en este papel, para desenchufar mi dolor, encarcelar aquél sueño junto a ti, aquella idea hoy vana de lo que sería tenerte hasta el fin. Pensar; olvidar; dejar de sentir; perder tiempo; pensar.

Pensar y pensar. Escribir. Llorar; olvidar; dejar de sentir; pensar. Que todo podrá volver a ser como fue alguna vez; pensar. Dejar de sentir que no hay vuelta atrás; pensar. Pensar y volver a sonreír.

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