sábado, 25 de diciembre de 2010

Saberla mía para siempre.

Era una de esas tardes.
Tranquilas, sin mayor razón de ser.

Simplemente miré por la ventana.
El atardecer tarareaba una canción.

Me recordó a ella, y sonreí.
Dediqué un instante de emoción.

Mi callada y triste motivación.
Se convirtieron en una dulce sinfonía.

Todo lo que quería.
Todo lo que deseaba en esta vida.

Era poder esuchar una vez más.
La preciosa voz de la mujer que amaba.

Era un pensamiento que me amarraba.
Un sentimiento que ofuscaba mi paz.

No sabía, no tenía el conocimiento.
De si alguna vez volvería a besarla.

El Sol parecía llorar rayos de luz.
Intentando calentar mi fría soledad.

En la lucha por intentar sobrevivir.
Poner a secar tus preocupaciones.

Te topas con momentos increíbles.
Donde descubres secretos, palabras perdidas.

Frases que llaman tu atención.
Y te alegran el sentido corazón.

Nunca supe si ella fue real.
O si tuve la suerte de conocer a mi ángel guardian.

Pero recuerdo que sus besos eran dulces.
Y brotaba felicidad de su labios.

Su mirada, ojos negros, piel blanca.
Me insistían en querer vivir.

Vivir por verla sonreír.
A mi lado, bajo mi abrazo.

En cada noche compartir con ella mis sueños.
Alcanzar su amor cada día.

Y simplemente poder cerrar los ojos.
Y sonreír por saberla mía para siempre.

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