En la tarde, entre el sillón y las risas; el sol, el deseo y tu olor a mujer. Quiero beber de tus besos y comenzar a disfrutar las cosquillas de la ilusión; aprender poco a poco a dejar atrás los miedos y el dolor; llenarme intensamente de tu vida, de tu fuerza y motivación.
En el brillo de tus ojos, el reflejo de tus antojos; incluso en tus creencias y despistes. En cada hilera de mi vida quiero plantar semillas de alegría; semillas con un rostro tatuado, la cosecha de cualquier enamorado.
Listo, preparado para el cambio, para el día nuevo, el sol caliente, la brisa fresca, el deseo, la nostalgia, incluso el dolor de dejar una etapa. Un atardecer, el silencio, la forma de envejecer en solitario y empañar el vidrio del pasado.
Hoy, al despertar, supe que algo en definitiva tenía que cambiar. Al analizar en frío mi vida, descubrí malas intenciones, malas movidas y jugadas erradas. Entendí que el camino que venía siguiendo hace rato no tenía congurencia, que todo lo que creía se encontraba en mi tristeza.
Quiero ordenar mis ideas en palabras, para expresar de esta forma las cosas que voy sintiendo, pero la sombra de un recuerdo, guarda en su bolsillo una receta de dolor, un secreto que ensucia todo intento de luchar.
Quiero saber si deseas acompañarme, y llevar de mi mano el proceso de seguir adelante. Quiero que cuides de mis besos, mientras recobro el aliento de esta carrera sin final. Puedes ser para mí como un consuelo, una palabra o un simple abrazo.
Mientras todo esto pasa, quiero refrecar mis ideas, mi mente, mi pensamiento y mi vida; quiero darle respiración, aire a mi circunstancia, tal vez dedicarme un instante, un momento donde encontrarme; y coquetear cada instante con mi destino, encontrar mi camino y seguir, caminar; caminar sin ver hacia atrás.
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