Quiero buscar en un saco de palabras aquellas que rimen con la felicidad de vivir en paz; sonreír a pesar del dolor, disfrutar las lágrimas y la traición. Es una escuela donde aprendes a recuperarte de las heridas, donde te enseñan todo lo que quieras aprender. Entre las cobijas, el calor y el frío; el silencio y la colmena de pensamientos que invades con ideas.
Sientes el frío en tus dedos, y congelan tus pensamientos; ni correr ni apresurarse es motivo ni solución, más bien se convierte en distracción. Pasan los días, los minutos y años, aún no comprendes tantas cosas y buscas respuestas; incluso preguntas que solucionen aunque sea en partes el rompecabezas de tu circunstancia.
Ahora injusticias, mañana perdones; luego vienen decepciones y luego las disculpas. Rutina, proceso acumulativo de sensores y simpleza. Acuarela de situaciones que tiñen cada ventana de tu alma, unas se empañan, otras se visten de piedra. Algunas, de vez en cuando, parecen desaparecer y cuando tocas con tu mano el reflejo, sientes la dureza de lo que creías inexistente.
Pues duele, vivir duele; pero emociona, motiva y encanta. Así como me encanta que te encante que me encante, uso las palabras que menciono en el diario, a todas horas; cuando me escuchas y te escucho; cuando ves por la rendija una imagen del futuro. Ahora empieza por entender el significado, de honrar con lo que escribo, lo que callo.
Vístete, y desnuda tu mente, para entender hay que ser incoherente. No es posible pretender dominar, aquellos artes que te cuestan nombrar. Porque es tan sencillo como complejo, todo lo que busco pero no encuentro; tal vez son señales del cielo, para dejar atrás la terquedad que me estresa, me molesta y me da tristeza.
Si pudieras entender al revés, las palabras que escribo sin el miedo de ofender, tal vez sentirías entre los párrafos palabras que no tienen sentido. Es por eso que escribo lo que siento, en vez de sentir que lo que escribo es lo que siento; hay tantas diferencias en las similitudes, y tan pocas veces las enfrentamos.
Ahora, entender es parte de vivir; sueña en grande, como montañas; tan largo como los ríos, porque entre cada renglón que vas dejando en tu vida se esconde un dolor que no encuentra refugio. De esta forma encontrarás lo que buscas, una sonrisa que te llene de ilusión; una sonrisa que te acaricie el corazón.
Sientes el frío en tus dedos, y congelan tus pensamientos; ni correr ni apresurarse es motivo ni solución, más bien se convierte en distracción. Pasan los días, los minutos y años, aún no comprendes tantas cosas y buscas respuestas; incluso preguntas que solucionen aunque sea en partes el rompecabezas de tu circunstancia.
Ahora injusticias, mañana perdones; luego vienen decepciones y luego las disculpas. Rutina, proceso acumulativo de sensores y simpleza. Acuarela de situaciones que tiñen cada ventana de tu alma, unas se empañan, otras se visten de piedra. Algunas, de vez en cuando, parecen desaparecer y cuando tocas con tu mano el reflejo, sientes la dureza de lo que creías inexistente.
Pues duele, vivir duele; pero emociona, motiva y encanta. Así como me encanta que te encante que me encante, uso las palabras que menciono en el diario, a todas horas; cuando me escuchas y te escucho; cuando ves por la rendija una imagen del futuro. Ahora empieza por entender el significado, de honrar con lo que escribo, lo que callo.
Vístete, y desnuda tu mente, para entender hay que ser incoherente. No es posible pretender dominar, aquellos artes que te cuestan nombrar. Porque es tan sencillo como complejo, todo lo que busco pero no encuentro; tal vez son señales del cielo, para dejar atrás la terquedad que me estresa, me molesta y me da tristeza.
Si pudieras entender al revés, las palabras que escribo sin el miedo de ofender, tal vez sentirías entre los párrafos palabras que no tienen sentido. Es por eso que escribo lo que siento, en vez de sentir que lo que escribo es lo que siento; hay tantas diferencias en las similitudes, y tan pocas veces las enfrentamos.
Ahora, entender es parte de vivir; sueña en grande, como montañas; tan largo como los ríos, porque entre cada renglón que vas dejando en tu vida se esconde un dolor que no encuentra refugio. De esta forma encontrarás lo que buscas, una sonrisa que te llene de ilusión; una sonrisa que te acaricie el corazón.
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