Una tarde, un silencio que se convierte en pensamiento; el deseo increíble de correr, de saltar; sentir la vida, la sangre por las venas, las delicias, los miedos; oír en el fondo el agua, un río que corre y desangra emociones. Sería más simple cumplir deseos, mentiras piadosas que se mezclan con la dulce sensación de saber que te acercas a mi corazón.
Mientras caminas, te veo y me pierdo en tu aroma, la frescura de tus labios; es como sentir bajo mis pies la delicadeza del zacate al amanecer. Una forma de creer en la vida, y de inmediato te siento tan cumplida; ven, y juntos en este juego aprenderemos a querer, a desear sin temer.
Tantas veces te encontré en mis miedos, en el peor momento de todos mis tormentos, pues eras puerta, que se abre en la oscuridad, y tu aire, el que respiras y sale por tu boca, es el alimento de mis pulmones para amanecer con fuerza cada día, para disfrutar del sol todavía; sin aquél sentimiento extraño de sufrir, de querer sin poder y olvidar cómo te amé.
Y como todo, llega el final. Momento de decir adiós sin ver para atrás, para alcanzar nuevas etapas donde la ilusión sea mi norte, el motor de toda intención. Siempre todo consistió en llegar a una misma conclusión: entender de una vez por todas que si vivo y sonrío es por mí y nada más. Porque me he perdido en el veneno de tus ojos, mirada cálida y penetrante que impulsa mi motivación.
Pero ahora la vida es otra, y con ella, yo también. He dado paso a un nuevo estilo, una nueva mecánica de aprender. Puede que sea difícil, pero en definitiva debe de ser la mejor opción; al menos para mí. No significa que esté mal dedicarte un par de poemas, una emoción, tres deseos profundos de llegarte al corazón; pero la vida es más que buscar: es encontrarse. Y de una u otra forma he sentido que mientras más te busco, menos me encuentro.
Entendí el primer paso, y aceptar el hecho se convierte en un obstáculo más que me lleva a mi entera felicidad. Puede que llegue el día de ver en retrospectiva, y simplemente agradecer por cada lección que he ido aprendiendo; pues si bien es cierto falta mucho por aprender, siento que he corregido bastante en mi vida, y eso me convierte en un motivo de orgullo y en un empujón para seguir.
El dolor nunca dejará de existir, pero sí el pensamiento absurdo de que no hay manera de ser feliz.
Ahora duermo mis ideas y les cantó una canción en forma de poema; para al despertar sanar las heridas que el pasado ha ido dejando. Quiero compartir mi vida con una persona, que sea valiente y que me quiera. Pero ante todo, quiero poder morir con la certeza de que fui quién quería ser, fiel y leal a cada principio que tomé como propio; morir con la consciencia clara, descansada; morir con una sonrisa pintada.
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