viernes, 18 de febrero de 2011

Proceso.


Evacúo una duda, de esas que suenan y suenan, necias y tercas en la mente, la conciencia y tal vez un pensamiento desdibujando mi presente. Poco a poco voy sintiendo como pierdo partes de mi, se van apartando sonetos y rimas; recuerdos y alegrías; deseos y sonrisas. Voy dejando atrás mío un rastro de vida; un camino hecho con pinceladas de emoción.

Mientras cierro mis ojos y respiro el aire de la noche, imagino cómo sería mi circunstancia cambiando detalles que resultaron incoherentes, momentos que echaron a perder el delicado paisaje de un viaje por el bosque, o uno por el mar. La arena en mis pies, el sol, el mar, la brisa cálida y mi mano unida a la tuya.

Qué tal que me acompañes a descubrir en secretos, tantos motivos de vivir, de creer y seguir. Quiero tenerte a mi lado, y poder beber fuerza de tus besos; quiero una simple ilusión que me permita tener la intención de esperar un mañana; quiero que seas tu y nadie más quien me despierte con su voz, y me llenes la vida entera con tu simple presencia.

Pero de pronto, un escalofrío que viene con la soledad, un instante, uno nada más. Y a partir de aquí, en adelante, no existirás; ni siquiera alguien en tu lugar. Quiero poder escuchar los susurros que grita mi corazón; quiero poder disfrutar de la vida que me regaló Dios; poder sentir mil sentimientos sin pensar, no cuestionar un arrebato de pasión; quiero, ante todo, sentir que sé quién soy yo.

Y aunque duela, y un impulso de tristeza se cuela entre mis sueños, entiendo claramente que esta vida, de lágrimas y sonrisas, es como un juego de ajedrez, cada paso, cada movimiento depende de analizar lo que viene, tanto mis movidas, como la del rival. Esta vida, en sus secretos y apatías, es un simple juego de mesa; donde el que gana o pierde no es nadie más que uno mismo.

Puedes aprender, y acomodarte a las reglas; o puedes ser diferente y encontrar a quién te entienda. Al final, lo único que va a importar, es la suma de sonrisas que lograste sacar.

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