sábado, 5 de febrero de 2011

La escalera eterna.


Conforme el enfrentamiento se va dando surgen desviaciones confusas; miedos, dudas, pensamientos que te torturan. Cuesta dejar de un lado la incertidumbre de no saber, no entender ni poder descifrar los renglones que parecen sin un final. Definiciones y conceptos abstractos, son cuestiones de creencias infundadas.

Los errores no son más que páginas de libros; cuentos y ensayos que recitan y cultivan sabiduría. Equivocarse es el primer paso para crecer, para absorber por los poros de la conciencia cada detalle que te permite avanzar; por solo un instante imagínate una escalera muy grande, donde puedas subir y subir; no logras ver el final del camino, pasan minutos y minutos, y no encuentras ningún destino.

Ahora estando allá arriba, piensas en qué hacer, pero nada salta a tu mente. Por unos segundos crees que nada tiene sentido; ni el silencio, ni la soledad; incluso tus sueños, tus metas, todo lo que más deseabas parece desvanecerse detrás de una cortina oscura. Paras un momento de dar vueltas, y te dedicas a lentamente ponerle atención a lo que sientes, a cada pequeño detalle de emoción que percibes.

Buscas una forma de leer cada movimiento de tu mente y corazón; trabajas fuerte en escuchar el susurro que habla dentro tuyo; te cuenta un secreto sin relevancia; al menos eso crees. De repente, te encuentras sentado, en silencio y con ojos cerrados; al frente sigue habiendo nada, solo inmensidad, eternidad; tan grande, tan inmensa y poderosa; pero a la vez sin importancia para ti.

Te relajas, respiras y sientes el aire entrar a tus pulmones delicadamente; parece que el silencio se intensifica, y tu cuerpo descansa; a lo lejos pareces distinguir una voz que grita; es un sonido desesperado por ser escuchado, de pronto te das cuentas que estás gritándole a la nada, y sientes tu garganta un poco lastimada.

La reflexión mantiene tus esperanzas, aún sin entender ningún detalle de tu experiencia. Tan inútil, tan incoherente; puedes buscarle una respuesta a la situación, que se te irían décadas en encontrar tal vez una pista que te guíe, que te dirija. Justo en ese instante, decides volver atrás, bajar la escalera inmensa en busca de algo conocido.

Cuando te acercas al primer escalón de bajada, te das cuenta que no hay nada, no se puede bajar; te encuentras destinado a mantenerte ahí, en la austeridad, en la soledad; perdiendo todo tipo de esperanza, y con ansias de llorar. Te acuestas, cierras los ojos; donde las lágrimas encuentran escapatoria, y ahí en tu silencio, en la oscuridad de tu circunstancia, recuerdas una idea que hace un tiempo atrás dejaste escapar.

Habías dejado perdido en una gaveta tus sueños. No tenías un norte definido, ni siquiera recordabas de dónde venías. Poco a poco fuiste perdiendole el ritmo a la vida, y ésta te fue dejando atrás, solo, ahogado en tu mar de dudas, de miedos, de nostalgias, de poca proactividad, de pocos riesgos, de falsas ilusiones, de motivos sin acciones; y hoy, subiste la escalera buscando algo; sin lograr captar que lo que buscas, se te ha dado. Pero aprendes, y despiertas del sueño; una nueva lección para aprender a volar; no dejes que tus miedos te prohiban avanzar.

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