viernes, 25 de junio de 2010

Aquella ventana abierta


Nunca entendí por qué aquella ventana siempre estaba abierta. Por muchos años la ví. Era muy niño, y cuando subía al cuarto en el techo me asombraba la cantidad de luz que entraba. Era como si fuera una puerta del cielo; un camino oculto hacia el sol.

Sinceramente no le dí mucha importancia. Hasta que me dí cuenta que cosas extrañas pasaban en la casa. Cosas que no voy a contar porque no vienen al cabo de la historia.

Con el paso de los años, en la casa todo seguía normal, o al menos eso parecía. Al menos eso nos hacían creer. Pero aquella ventana era mi intriga. Y como tal, tenía que hacer algo para poner fin a aquella situación.

Al menos eso pensé. Poner fin, o...inicar. El dilema era darme cuenta, o no, de eso. Y fueron muchos los días donde la tentación por subir al ático era exageradamente grande.

Pero algo, había algo que me decía que no debía hacerlo. Era un sentimiento algo extraño que todos hemos sentido. Como una voz en el fondo que nos dice en susurros "no".

Y la terquedad y la necedad; la incertidumbre principalmente me mantenían constantemente conectados a aquella ventana. En una especie de ilusión activa que me mantenía pensante y, por supuesto, acongojado.

Era una simple ventana, que a lo mejor no ocultaba ninguna maravilla. Pero por alguna razón captaba toda mi atención.

En aquella tarde realmente me convencí de subir, y ver por qué por aquella ventana entraba tantísima luz. Sonaban mis pasos en las escaleras...

En camino lento y nervioso, tenso e inseguro me acerqué a la ventana. Puse unas cuantas cajas abajo, pues mi estatura no me iba a permitir ver afuera de la ventana.

Y ahí, en ese momento, justo cuando mi pie derecho lo puse sobre la caja para subir, entendí. Me dí cuenta del error que estaba cometiendo, y por dicha me retracté.

Entendí que no necesitaba ver por la ventana para descubrir un tesoro afuera de ella; entendí que aquella ventana era mi tesoro, y su luminosidad era mi mayor ilusión, por lo que no me hacía falta nada más, sino seguir disfrutando de las tardes de incertidumbre por saber qué hay afuera de esa ventana.

Porque a veces en la vida necesitamos tener algo que nos motive a levantarnos cada día; algo que nos complique un poco la vida y nos llene de incertidumbres y riesgos. Cosas que nos hagan sentir totalmente vivos y con una ilusión. Aunque la ilusión no parezca ser profunda; es ilusión al fin y al cabo!

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