Cierro los ojos.
Fresca el agua que acaricia mi cuerpo. Nadando en la tranquilidad que me regala la soledad. Me permite abarcar la totalidad de mis pensamientos. Y converso con cada uno de ellos.
Y el río canta con las piedras. Canción preciosa y natural de un paisaje maravilloso. Los colores se pintan en mis ojos como placeres que me desbordan de una alegría atrincherada por los golpes de la vida.
Aunque parece irreal, es una vista sin igual. En el fondo las montañas se conjugan con sabanas; como rima perfecta de poesía sin igual. Artista ha de ser el creador de todo esto, y del azul del cielo, y el calor del sol.
Y nado. Me sumerjo en el agua bendita de este río transparente. Me hidrata de vida; la que estaba escondida. Tímida, austera; calmada pero sonriente. Creyente ante todo de un lugar como éste.
Allá, la catarata. Golpeando las piedras; juguetonas. Preciosas. Sobre todo brillantes, resplandecientes. Aquél ave, que vuela por los aires como quien juega con su vida, canta al viento para que caiga la lluvia.
Llueve. Miro hacia arriba, sintiendo las caricias de las gotas que se escurren en mi piel. Ataques de grandeza, de sentimientos y belleza. Mi piel, ahogada de lluvia, agradece a la vida por tan hermoso momento.
Y yo, caminando bajo las gotas, sonrío como idiotizado por lo maravilloso de este lugar. Donde respiro calma y paz. Donde las sonrisas son color de tus ojos.
Justo cuando se detiene el agua, me tropiezo en una piedra, me despierto.
Fresca el agua que acaricia mi cuerpo. Nadando en la tranquilidad que me regala la soledad. Me permite abarcar la totalidad de mis pensamientos. Y converso con cada uno de ellos.
Y el río canta con las piedras. Canción preciosa y natural de un paisaje maravilloso. Los colores se pintan en mis ojos como placeres que me desbordan de una alegría atrincherada por los golpes de la vida.
Aunque parece irreal, es una vista sin igual. En el fondo las montañas se conjugan con sabanas; como rima perfecta de poesía sin igual. Artista ha de ser el creador de todo esto, y del azul del cielo, y el calor del sol.
Y nado. Me sumerjo en el agua bendita de este río transparente. Me hidrata de vida; la que estaba escondida. Tímida, austera; calmada pero sonriente. Creyente ante todo de un lugar como éste.
Allá, la catarata. Golpeando las piedras; juguetonas. Preciosas. Sobre todo brillantes, resplandecientes. Aquél ave, que vuela por los aires como quien juega con su vida, canta al viento para que caiga la lluvia.
Llueve. Miro hacia arriba, sintiendo las caricias de las gotas que se escurren en mi piel. Ataques de grandeza, de sentimientos y belleza. Mi piel, ahogada de lluvia, agradece a la vida por tan hermoso momento.
Y yo, caminando bajo las gotas, sonrío como idiotizado por lo maravilloso de este lugar. Donde respiro calma y paz. Donde las sonrisas son color de tus ojos.
Justo cuando se detiene el agua, me tropiezo en una piedra, me despierto.
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