miércoles, 2 de junio de 2010

Cuatro paredes


No sé si hay alguien afuera de estas paredes, que logren escuchar el rechinar de los dientes de mi dolor; que tenga la capacidad de percibir el sufrimiento que me aplasta. No sé si aun cuando esta persona estuviera al otro de esa pared lograría hacer absolutamente algo para liberarme de este infierno.

Ya perdí la cuenta del tiempo que se ha consumido en la perpetuidad de cada instante en este lugar; las paredes repletas de contadores no me permiten continuar; de cinco en cinco se han acabado los días que este lugar tan siquiera puede contar. Y no sé en qué momento me abandonó la certeza de la duración de los días; en qué momento se durmió dentro de mí la cordura que me quedaba.

No recuerdo el rostro de una mañana ni la mirada del atardecer; no recuerdo la sensación de una caricia ni la dulzura de un beso; por más que trato no recuerdo cómo se escuchaba un "te quiero" al oído ni un buenas noches a mi lado, en la cama; no saboreo la alegría de una sonrisa ni la emoción de un suspiro; muy dentró de mí se perdió la ilusión y la esperanza que hace un tiempo eran la base de mi vida, mi razón de despertar cada mañana; por más que intento, no recuerdo el calor de un abrazo...el sonido de la lluvia...la sensación de una brisa cálida...el canto de los pájaros por las mañanas...incluso no recuerdo la textura de tu piel, ni el sabor de tus besos, y se me dificulta recordar tu cara.

Entre más analizo las cosas no llego a entender las razones que me trajeron aquí. La memoria se me escurrió entre las manos y el tiempo parece ser infinito, parece ser parte de la eternidad de lo injusto y el dolor. El tiempo han sido heridas que gota a gota han desangrado de fortaleza mi vida, y lentamente he ido perdiendole el ritmo al camino; camino cada vez más angosto y difícil de andar.

Pero todo eso terminó anoche. Quién iba a imaginar que una noche, en su silencio y oscuridad, iba a permitirme salir de este estado de desconsuelo y agonía; libre de la lástima a mí mismo, aún en medio de esta situación, encontré en un sueño el motor que me alimenta y me da fuerza. Escondido en ese sueño estaba aquél conejo que tantas veces seguí por el bosque, y que tantas veces me engañó y me perdió; pero hoy, es ese mismo conejo el que me guía en la ruta incierta y descolorida que me sacará de este lugar olvidado por Dios.

Y el recuerdo de la experiencia vivirá conmigo tatuado en mi piel; y a su vez, tatuaré en estas paredes los sinsabores de mi vida, y que permita de esta forma, salir al que entre a este lugar; y dejaré impregnado de emociones y sentimientos cada ladrillo; y continuaré en mi busca, en mi aprendizaje para volar; espero que también puedas aprender a volar.

Learning to fly!

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