miércoles, 14 de julio de 2010

De linajes y antiguos enemigos: Escena II



Escena II

(Bodega repleta de herramientas para fabricar espadas, al fondo una chimenea con fuego intenso, donde hay una persona trabajando una espada. Antonio Salges analiza su espada, moviendola de lado a lado. Rostro sucio, ropa gastada. Con él, Alonso Puerta, su mano derecha. Lo observa fijamente con cara a la espectativa)

Antonio Salges: Qué será que las espadas de esta tierra siempre son de fínisma calidad. Ya decía yo que por algo se ha de vencer en las guerras. Si luchar es simplemente el arte de saber usar la espada. Ya lo decía y bien servido el escritor Gustavo de la Vega "si por bien armado se ha proclamado vencedor aquél que tantas luchas venció, ha de ser por que maneja con cordura y razón, el bello arte de la espada y el corazón"

Alonso Puerta: Por supuesto, señor. Es la dedicación que se le pone al empeño de ser el mejor lo que ha ayudado a lograr posicionarlo donde hoy esta su nombre. Ya será usted mencionado por muchas generaciones. Seguró escribirán cuentos, poemas...

Antonio Salges: (interrumpiendo a Alonso Puerta y con voz enojada) ¡Cállese! Que no le pago para que me esté tirando flores. Por qué no se dedica a sus menesteres, que más bandido es el que habla sin que se le pida que el que dice tonterías. Lo importante ahorita es planear con cautela y disimulo todo aquello que queremos lograr. No creo que en este pueblo exista mente preparada para enfrentar un golpe de sopresa; no creo que nadie sospeche de mi llegada a esta lugar. Mucho dinero me ha costado callar las voces de los guardianes del límite. Deje de mirarme como estúpido y sirva para algo; quiero para esta tarde una lista con todas las familias que viven en el pueblo, y la quiero detallada.

Alonso Puerta: En seguida comienzo a buscarle los datos que necesita señor, mientras tanto le informo, afuera está la señora Vanessa Salazar; permitame ser capaz de discernir y entender que ella sería una persona clave en lo que usted intenta hacer, ¿la hago pasar?

Antonio Salges: Ya decía yo que esa cabeza suya tenía que servir para algo más que no fuera analizar los litros de licor que puede tomar antes de ir a orinar. Hagala pasar.

Alonso Puerta: De inmediato, señor.

(entra a la bodega Vanessa Salazar; rubia, de ojos claros; típica mujer de la clase alta. Con pasos seguros y mirada penetrante. Antonio Salges se trata de limpiar un poco las manos y la cara; la observa detenidamente de abajo hacia arriba)

Antonio Salges: Benditos los ojos que disfrutan el placer de mirar una mujer tan hermosa como usted. Es una necesidad que la cordura reclama luego de estar todo el día rodeado de tan desastrosa compañía; trabajadores y ayudantes que más funcionan de estorbo que de acompañantes juiciosos.

Vanessa Salazar: Sus palabras son dulces caricias al ego de una dama que se hace querer, mas la labia no será nada útil para usted si lo único que busca es tenerme sin ganarme. Sin embargo, ese no es el tema que vengo a tratarle, y me parece prioridad hablar de lo que usted vino a hacer a este pueblo. Como sabrá, yo, gracias a las ventajas que la vida me dió, tengo ganados a muchos altos funcionarios del reino...pero como todo en esta vida, hay un costo que pagar; todo se define en cuánto vale para usted su propósito y cuánto está dispuesto a ofrecer para alcanzar de la mejor forma su meta.

Antonio Salges: Podría confundir estas palabras con la de una vulgar ladrona, tal vez mezclando sus modos y sus intenciones, podría descubrir en los rincones la codicia que emana, para nada sutilmente, de su labia a la primera. Sin embargo, y a pesar de todo lo que conlleva lo que menciona, no deja de tener sentido, y por supuesto, razón. Si de buscar en esta vida, alcanzar un objetivo se trata; es necesario tener el poder que se manifiesta en los tristes emisarios de la corrupta ironía que dicta que aquellos que son elegidos por el pueblo; han de ser los primeros que les fallan.

Vanessa Salazar: Sin importar llenar de maquillaje mis palabras, solo busco llegar a un acuerdo que nos permita seguir al siguiente paso en esta, tan difícil meta. Por lo tanto, y con cuidado escuche, que las palabras que siguen no las voy a repetir: en la esquina entre Muelles y Lamentos, justo cuando el último rayo del sol se oculte; un paquete con 200 monedas, que recogeré abandonado en el basurero del paredón.

(Vanessa Salazar da media vuelta y sale por donde entró. Antonio Salges, atónito y babeando por la actitud de Vanessa, recobra la compostura, de nuevo mira su espada y la deja sobre la mesa. Se sienta en una silla vieja, y repasa lo que acaba de escuchar.)

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