sábado, 10 de julio de 2010

Por aquél corredor


Aquella noche, oscura y repleta de neblina, caminé lentamente por aquel corredor. Como queriendo escuchar mis propios pasos, que de una u otra forma me daban la seguridad que tanto necesitaba. Mis ojos eran casi inútiles en ese momento, a lo lejos, pero muy lejos se podía ver una luz, tenue; a veces potente, que parpadeaba como llamandome.

No quise arriesgarme, y debido a mis males del corazón me senté un momento en mitad de aquél corredor. Escuchaba como susurros de personas que no estaban; pasos de animales que devoraban cuerpos muertos. Lo sé por el olor, que se mete por mi nariz como golpe a mis sentidos. Harto de aquella situación decidí levantarme, caminar, y de esa forma ponerle fin a este cuento.

Pero no era tan sencillo. Hacía falta algo, algo que me permitiera encender alguna luz, que le diera sombra a las cosas, y así, al fin, poder caminar con sentido, sin miedo y con seguridad. La misma que había quedado atrás en algún rincón desconocido por mi memoria. Justo cuando me estaba dando por vencido una luz fuerte iluminó el pasadizo, y el silencio apareció.

No sé en ese momento a qué le temía más. Al silencio o a verme completamente encandilado, y que por esa razón no pudiera ver algún detalle necesario para entender el por qué estoy aquí. Tal vez era un sueño, o al menos eso quise pensar; era una forma de mi mente de alejarme del terror por la incertidumbre de la que dependía mi vida.

Muchos minutos habían pasado ya, y nada cambiaba, todo, absolutamente todo seguía callado, quieto. El ambiente tenso; mi corazón latía rápido; mi respiración violenta; las manos me temblaban, demostrando los nervios que hacían de mi circunstancia una incómoda e indeseable.

De repente de reojo vi pasar una persona por la puerta de donde venía la luz. Y corrí hacia ahí. Entre más corría, más se alejaba la luz; entre más me agitaba, menos podía analizar aquella situación que me tenía desconcertado, como de costumbre. Pues no era, para nada, la primera vez que me pasaba aquello.

De hecho, no es la primera vez que he tenido el mismo sueño, repetido noche tras noche, como un cuento sin final, reiterativo. Un sueño con cara de cuento, que hasta hoy no entiendo qué me quiere decir. Nunca, nunca he podido alcanzar a ver quién es aquella persona que ve mi reojo. Y me he preguntado varias veces si llegaré a saberlo.

Por eso cada noche, al acostarme, hago callar al silencio que aturde por las noches mis sentidos. Busco rituales que hagan de la nostalgia una mezcla de colores, y que en la sosobra de un mundo sin sabores, se me cumpla por primera vez el deseo de conocer quién se esconde en la rendija de mi mirada, y entender qué significa para mi vida...

0 comentarios: