lunes, 16 de agosto de 2010

Cansado de escribir


Tengo que admitir que muchas veces me he sentido cansado. Cansado de no tener ideas, cansado de lo repetitivo. Debo admitir que no siempre estoy de humor ni tengo el ánimo que se necesita para escribir. Tal vez sencillamente no tengo la inspiración necesaria para hacerlo.

Gracias a Dios eso es la excepción y no la regla de todos los días. Sin embargo, luego de tanto tiempo de hacer lo mismo se torna un poco complicado exprimir los pensamientos y esperar que salga nuevas palabras, nuevas frases, nuevas ideas.

Sin embargo, escribir ha sido para mí una experiencia que me ha permitido encontrarme mucho más conmigo mismo, y me ha permitido interiorizar muchísimas cosas que tantas veces se quedan bailando en el desván de la mente, donde la imaginación toma siestas en las tardes.

Hoy, es de esos días donde siento mis sentidos paralizados por el frío que ensordece los oídos de mis pensamientos. Es de esos días donde la neblina opaca y oscurece la vista de mi imaginación y sencillamente escribir es casi tan complicado como robarse una Luna llena.

A pesar de tanta dificultad, estripo con todas las fuerzas a mi mente, para que se desahogue de ideas, y que esas ideas caigan en palabras escritas por mis dedos. A veces siento que escuchar a mi corazón es un dictado de sentimientos recién levantados luego de una larga noche.

Otras tantas veces me arrecuesto en los silencios, buscando un abrazo tierno de un amor que no ecuentro. Esas veces, precisamente, son las que inundan mi cerebro de ideas, pensamientos y sentimientos, y en conjunto cantan cuentos y poemas que escribo.

Cierro los ojos entre todas estas palabras, y siento que estoy acostado boca arriba en medio de muchos árboles de pino, en un día soleado, con el cielo completamente azul y la brisa fresca haciendo música con los árboles.

Y es ese silencio casi tan perfecto, que interrumpido por los pájaros, me regala tantísima paz, que cuando me levanto siento reconfortados mis sentidos y el cansancio lo saca a pasear la frescura del aire en mi cara.

Es precisamente esa la razón por la que no puedo dejar de escribir aunque esté cansado; porque exactamente escribir me permite ir a otros lugares que están en mi imaginación...y por qué no, también puedes venir conmigo.

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