martes, 24 de agosto de 2010

Escultor de pensamientos.


En caso de que alguien lea esta carta quiero que sepa que soy un eco de un tiempo que ya se fue; soy un tatuaje en el planeta que solo los años podrán borrar.

Recorrí cientos de kilómetros en busca de algo que nunca encontré; dediqué mis sueños y mis sufrimientos a una persona que nunca existió.

Y ahora que llega el final solo quiero acostarme y ver hacia el cielo. Traer al colador las memorias de vidas pasadas, metas que se borraron con el polvo de una tormenta.

Recordar ideas, sentir una vez más la calidez de un abrazo o la ternura de un beso en la frente antes de dormir. Y a pesar de que siento vacío en mi interior; intento ser fuerte por el momento.

Lo que venga después será motivo de alguna otra historia, pero lo importante ahora es identificar todo aquello que sumó y no lo que restó.

Imagino que de eso se trata. Justo en estos momentos es cuando abrimos los ojos, y colocamos cada instante en donde corresponda. Como realmente debería de ser.

Yo siempre fui un escultor de pensamientos; mi cincel eran las manos y mi obra eran historias. Historias que hoy quedarán a merced del olvido.

Viviré en cada recuerdo, como la más intensa de las nostalgias; o como el más importante de los personajes de un cuento que se llama vida.

Mi intención: enamorarte. Mi meta: morir a tu lado. Mi sueño: compartir mi vida contigo.

Y aunque no todo se logra en esta vida, lo importante no es tanto el destino sino el camino. Ese proceso de golpes y golpes que fueron poco a poco forjando quién soy hoy.

Hoy, en los regazos de la muerte, solo quiero que sientas conmigo el placer de una vida bien vivida. Pues son muchos los que mientras más vivos se creen, más mueren en vida.

Por eso, y por muchas cosas que prefiero llevarme conmigo en esta noche eterna, quiero decir adios.

Adiós!

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